El gobierno surcoreano apostó fuerte por la inteligencia artificial en las aulas con una inversión millonaria en libros de texto digitales. Prometían un aprendizaje más personalizado, una reducción de la carga docente y, en líneas generales, menos abandonos escolares. La realidad ha sido bien distinta: tras un único semestre dejaron de ser obligatorios y pasaron a ser material complementario, haciendo que cada colegio pueda decidir si usarlos o no. Pocos han seguido usándolos.

Un experimento que no ha funcionado. En marzo de este año arrancó un programa especial educativo impulsado por el entonces presidente Yoon Suk Yeol: libros de texto con inteligencia artificial para matemáticas, inglés e informática. El gobierno invirtió más de 1,2 billones de wones (726 millones de euros al cambio) en equipamiento y formación docente, mientras las editoriales destinaron otros 800.000 millones de wones (484 millones de euros) al desarrollo del material. Apenas cuatro meses después, en agosto, el parlamento dejó de considerarlos textos oficiales tras toda una avalancha de críticas. Ahora son material complementario opcional.

Problemas que llegaron desde el primer día. Ko Ho-dam, estudiante de secundaria en la isla de Jeju, lo explica al medio Rest of World: «Todas nuestras clases se retrasaron por problemas técnicos. Tampoco sabía usarlos bien. Trabajando solo con mi portátil, me costaba mantenerme concentrado. Los libros no ofrecían lecciones adaptadas a mi nivel». Las quejas se extendieron por todo el país. Estudiantes, profesores y familias denunciaron errores en el contenido, riesgos para la privacidad de los datos, aumento del tiempo de pantalla y, paradójicamente, mayor carga de trabajo tanto para docentes como para alumnos, sobre todo si al comienzo había que sumarle el tiempo de adaptación al nuevo sistema.

Con prisas. La diputada Kang Kyung-sook, opositora al programa, cuestionó los plazos en el parlamento: «los libros de texto tradicionales tardan 18 meses en desarrollarse, nueve en revisarse y seis en prepararse. Pero los libros con IA tardaron solo 12, tres y tres meses respectivamente. ¿Por qué tanta prisa?». Lee Bohm, investigador de la Universidad de Cambridge, señala al medio que «la IA debería probarse primero en deberes o prácticas antes de introducirse en clase con cuidado. El enfoque debe centrarse en cómo integrarla en el currículo escolar».

Aulas digitalizadas y adicción. Corea del Sur lidia desde hace años con otro problema tecnológico: la adicción digital entre jóvenes. Según el psiquiatra Lee Hae-kook, profesor en la Universidad Católica de Corea, «casi uno de cada dos jóvenes está en riesgo de adicción al smartphone», una cifra que, según Le Monde, aumentó entre un 30% y 40% tras la pandemia.

El país cuenta con centros de desintoxicación digital desde 2002 y prohibirá los móviles en las escuelas a partir de marzo de 2026. En este contexto, introducir más pantallas en las aulas ha generado mayor rechazo. Jang Ha-na, de la organización Political Mamas, que aboga por el bienestar de las mujeres y los niños, expresaba al medio que «los libros de texto (con IA) empeoran la efectividad del aprendizaje. Una vez que los dispositivos digitales se vuelven centrales en las aulas, la exposición a pantallas aumenta, debilitando la alfabetización y las habilidades comunicativas».

Batalla legal y política. Según el medio, antes incluso del lanzamiento, sindicatos de profesores y grupos civiles demandaron al entonces ministro de educación por abuso de autoridad, argumentando que el programa era «problemático» al hacer obligatorio el uso de IA, ignoraba los riesgos para los menores y carecía de medidas de protección de datos. El gobierno pasó de la adopción obligatoria a una prueba voluntaria de un año en enero. 

Yoon fue destituido en abril tras su intento de imponer la ley marcial, y el nuevo presidente Lee Jae Myung, que prometió revocar la política, cumplió su palabra. Según explica Rest of World, las editoriales que desarrollaron los textos anunciaron demandas por daños económicos. Hwang Geun-sik, presidente del comité que las representa, explica que «las empresas que confiaron en el gobierno vieron desaparecer el mercado de repente. Nuestro negocio se reduce y los recortes de personal son inevitables».

Las cifras lo dicen todo. La tasa de adopción se desplomó del 37% en el primer semestre al 19% en el actual. Solo 2.095 escuelas los utilizan ahora, la mitad que al inicio del curso. Entre los docentes, las opiniones están divididas. Lee Hyun-joon, profesor de matemáticas en Pyeongtaek, admite que “monitorizar el progreso de los estudiantes era un desafío. La calidad general era pobre». En cambio, Kim Cha-myung, maestro de primaria cerca de Seúl, reconoce al medio que «eran convenientes, ayudaban a ahorrar tiempo y apoyar a estudiantes con dificultades». Pero también añadió que «el programa falló porque todo se precipitó. Debería haberse implementado gradualmente tras probar su eficacia».

Lección aprendida. Kim Jong-hee, director digital de Dong-A Publishing, una de las editoriales desarrolladoras, defiende que los libros «no causaron adicción a las pantallas» y que pueden reducir desigualdades educativas. Pero reconoce que «una razón clave de los contratiempos es que el asunto se politizó excesivamente». «Ya no confiamos en el gobierno, y ese es el mayor problema», añadía.

Imagen de portada | The Korea Times (Yonhap)

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