La estrategia de la NASA para volver a la Luna acaba de saltar por los aires. En una serie de apariciones televisivas y declaraciones públicas, el administrador en funciones de la agencia espacial estadounidense, Sean Duffy, ha anunciado un cambio de rumbo: la NASA va a abrir de nuevo el concurso público para construir el módulo de alunizaje lunar tripulado (HLS), un contrato que hasta ahora ostentaba SpaceX en solitario para las misiones Artemis III y IV.
Por qué. La razón oficial es transparente: «Estamos en una carrera contra China», confirmaba Duffy en una entrevista con la CNBC. Y en esta carrera, «SpaceX se está quedando atrás». «La competición y la innovación son las claves de nuestro dominio en el espacio, así que la NASA abrirá la producción de HLS a Blue Origin y otras grandes compañías americanas».
«El presidente y yo queremos llegar a la Luna en el mandato de este presidente». La decisión pone fin a la apuesta de la NASA de «todo a SpaceX» y reabre una batalla multimillonaria por el contrato más crucial de la exploración espacial moderna. Como era de esperar, Elon Musk no se ha quedado callado.
El infierno del repostaje espacial. Para entender la frustración de la NASA, hay que mirar más allá de los retrasos en los vuelos de prueba de Starship. El verdadero cuello de botella es la arquitectura misma de la misión. Como analiza Daniel Marín en Eureka, la versión lunar de Starship es un cohete gigante de 52 metros que no puede llegar a la Luna sin antes repostar en la órbita baja terrestre.
Esta operación es de una complejidad sin precedentes debido al combustible líquido criogénico de Starship, que tiende a evaporarse. No se trata de un simple trasvase de combustible; requiere múltiples lanzamientos de naves «cisterna» (hasta 15 o 20) para llenar uno o varios depósitos orbitales que luego se encargarán de transferir cientos de toneladas de metano y oxígeno líquidos a la Starship lunar. Es una tecnología que jamás se ha probado a esta escala.
Mientras SpaceX sigue lidiando con los problemas de sus prototipos (Musk asegura que la versión 3 de Starship podrá poner 100 toneladas de carga en órbita en 2026, pero esa era precisamente la promesa con la versión 2), la NASA se ha puesto nerviosa. Cada retraso de SpaceX es una victoria imprevista para China, cuyo programa lunar avanza con paso metódico para poner astronautas en la Luna antes de 2030. El módulo lunar chino Lanyue es mucho más simple que Starship.
El plan B es Blue Origin. La declaración de Duffy no es un farol. Sobre la mesa ya hay, al menos, dos alternativas claras que la NASA está considerando seriamente. El plan B es Blue Origin. Pero cuando Duffy menciona a Blue Origin, no se refiere al módulo HLS Blue Moon Mk 2 que la compañía de Jeff Bezos ya está desarrollando para la futura misión Artemis V (y que, irónicamente, también requiere un complejo repostaje orbital).
Como reveló Eric Berger en Ars Technica, Blue Origin ha estado desarrollando silenciosamente un plan B: una versión modificada de su módulo de aterrizaje Blue Moon Mark 1. Este vehículo, originalmente diseñado solo para carga, se adaptaría para llevar tripulación. Su gran ventaja: no requeriría repostaje en el espacio. Sería una solución mucho más simple y rápida, que ya habíamos comentado en Xataka.
El plan C es Lockheed Martin. Duffy también dijo «quizá otros». Esos «otros» son los gigantes de la industria aeroespacial tradicional, con Lockheed Martin a la cabeza. Los contratistas tradicionales de la NASA han asegurado a Duffy que pueden construir un módulo lunar al estilo del Apolo en 30 meses. La propuesta, respaldada por análisis como este de SpaceNews, se basaría en tecnologías probadas: propelentes almacenables (que no se evaporan como el metano y el hidrógeno criogénicos) y subsistemas ya operativos, como los de la nave Orion.
Bob Behnken, vicepresidente de Lockheed Martin, dijo a Ars Technica que están listos para el reto: «Hemos estado trabajando con un equipo interindustrial… para abordar la solicitud del secretario Duffy de cumplir los objetivos lunares de nuestro país». ¿La pega? El precio. Un contrato de este tipo, cost-plus, podría dispararse hasta los 20.000 o 30.000 millones de dólares, frente a los 2.900 millones del contrato original de SpaceX. Pero para Duffy, el precio parece ser un factor secundario si garantiza llegar antes que China.
Elon saca el lanzallamas. La reacción de Elon Musk a la amenaza de perder su monopolio lunar ha sido visceral y ha llegado en varias oleadas de tuits. Primero, Musk defendió el trabajo de su compañía. «SpaceX se mueve como un rayo en comparación con el resto de la industria espacial. Además, Starship terminará haciendo toda la misión lunar. Recuerden mis palabras».
A continuación, pasó al ataque directo contra su rival con una afirmación incendiaria: «Blue Origin nunca ha entregado una carga útil a la órbita, y mucho menos a la Luna». El tuit fue rápidamente corregido por las Notas de la Comunidad de X, que recordaron a Musk que Blue Origin sí alcanzó la órbita con su misión NG-1 el pasado 16 de enero de 2025.
Del menosprecio al insulto. Viendo la que se le venía encima, Musk pasó a menospreciar el objetivo mismo de la misión Artemis III. «Una base científica lunar permanentemente tripulada sería mucho más impresionante que una repetición de lo que ya hizo increíblemente bien el Apolo en 1969». Un mensaje claro: la carrera que la NASA quiere ganar es irrelevante.
Finalmente, el CEO de SpaceX respondió directamente a una publicación de Sean Duffy sobre la «carrera contra China» con un meme de un activista ugandés anti-LGBT preguntando repetidamente «¿Por qué eres gay?». Una reacción despectiva que deja claro lo mal que le ha sentado el anuncio.
Ganar a China ¿o ganarse a Trump? Si bien la «carrera contra China» es la justificación pública, Ars Technica sugiere una trama política interna mucho más mundana. Sean Duffy no es el administrador permanente de la NASA, sino el Secretario de Transporte que ocupa el cargo de forma interina.
Según las fuentes del medio, Duffy está inmerso en una «feroz batalla interna» para quedarse con el puesto de forma permanente, un puesto que también ambiciona el multimillonario y astronauta privado Jared Isaacman, quien al parecer ha retomado su buena sintonía con el presidente Trump. Las apariciones televisivas de Duffy serían, en realidad, una maniobra política dirigida a un solo espectador: el presidente.
Al mostrarse como un líder de acción y resultado, dispuesto a todo para «ganar a los chinos» y lograr un alunizaje durante el mandato presidencial de Trump (que finaliza en enero de 2029), Duffy estaría intentando asegurarse el puesto. Esta prisa es la misma que llevó a la NASA a adelantar la misión Artemis II o a priorizar el despliegue de un reactor nuclear en la Luna. Todo es política a este lado del mundo mientras China avanza impasible para poner a dos astronautas en la superficie lunar en 2030.
Imagen | SpaceX