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Solo mirando la taquilla de los últimos años, sería fácil creer que Dwayne Johnson puede levantar cualquier proyecto. Pero aún a principios de su carrera interpretativa, Universal se la jugó más de la cuenta poniéndolo como cabeza de cartel en un blockbuster espacial, incluso después de la buena recepción que había tenido en ‘El regreso de la momia’.
‘Doom’ no era además una cinta espacial cualquiera. Estaba basada en un videojuego, en una era donde la palabra «maldición» estaba en boca de todos cuando se hablaba de estas adaptaciones. La taquilla venía de recibir señales mixtas en ese campo, con ‘Resident Evil: Apocalipsis’ siendo un taquillazo con sus 129 millones (frente a su presupuesto de 45) pero la segunda de Lara Croft quedándose por el camino con 160 millones, que palidecían con respecto a la recaudación de la primera y a su alto presupuesto de 90 millones.


El de ‘Doom’ fue un descalabro mayor. Da igual que Johnson fuera una figura ya popular y con tracción en ese momento o el co-protagonismo de un Karl Urban que caía muy majo desde su aparición en ‘El señor de los anillos’, la película acabó recaudando 58 millones internacionalmente, que no llegaban siquiera a cubrir los 60 millones de la producción. Sería difícil acotar el fracaso de la película a un solo factor, pero sin duda no ayuda que tuviese poco o nada que ver con el videojuego original.
El clásico de John Romero y John Carmack ya era reconocido en los dosmil como tal, pero aun así no intimidó lo suficiente a la hora de pasarlo a la gran pantalla. Se hizo con la misma chulería y desgana que las adaptaciones de la época. La misión principal ocurría en Marte y en los primeros minutos ya había un guiño a un ‘Dr. Carmack’, su banda sonora se parecía a ratos, pero fuera de estos detallitos, se echaban de menos la gran mayoría de elementos que hacían al juego icónico, entre ellos un Doomguy que por alguna razón estaba dividido en todo un escuadrón de soldados que soltaban frases genéricas, con el personaje de Urban como el único sustituto mínimamente parecido.
Al mismo tiempo, la película no era ni de lejos tan macarra como debería haber sido. El videojuego era heavy metal, gore y controvertido. La película, en cambio, era la enésima copia de ‘Aliens’ de marca blanca. Decidieron eliminar los demonios y la presencia del infierno, haciendo de su universo una sci-fi espacial genérica que a menudo costaba justificar. Si no fuera por la secuencia en primera persona, a menudo referenciada como lo único salvable de la cinta, prácticamente sería imposible saber cuál es el material original aquí. Entre los pocos defensores de ella estaba curiosamente Carmack, quien afirmaba que le gustó y que «nadie espera que una película de videojuego sea material de Oscar».