De repente y sin avisar, el frío se ha colado en España. Más de la mitad del país se está despertando con temperaturas cercanas a cero y, aunque es verdad que las tardes siguen siendo suaves, millones de personas se enfrentan a la gran pregunta del momento: ¿es hora de cambiar de ropa?

O lo que es lo mismo, traducido a términos meteorológicos, ¿el frío está aquí para quedarse?

¿Qué ha pasando? En realidad, no es tanto qué ha pasado, sino qué está pasando y qué va a pasar. Porque en los próximos días, vamos a ver saltos rapidísimos de temperatura («del hielo al sol en 48 horas«, con subidas y posteriores descensos). Lo hemos visto ya: Ciudad Real pasó de mínimas de 13 a mínimas de 5 de un día para otro. Teruel, Salamanca o Palencia bajaron de los cero grados.

Y, aunque en abstracto no es raro que conforme nos acercamos a noviembre los días sean cada vez más fríos, el calor está aguantando tanto que los «dientes de sierra» son mucho más pronunciados. Los cambios de temperatura son tan marcados que ya no son solo curiosidades meteorológicas: están causando problemas en el día a día de la gente

¿Va a seguir así? Esto es interesante. Según AEMET, noviembre va a aguantar relativamente cálido al menos durante la primera quincena. Anomalías cálidas y precipitaciones por encima de la media. Sin embargo, el ECMWF sugiere que ahí se acaba el «calor».

A esa primera quincena con valores térmicos aún por encima de la media y fuerte circulación atlántica (es decir, lluvias más generosas en la vertiente occidental); parece que le seguirá una segunda mitad de noviembre en la que un posible cambio de patrón traerá temperaturas más normalizadas.

¿Por qué? A nivel técnico, lo que estamos viendo es el producto de una alternancia de dorsales cálidas y frentes fríos. Hablamos de días templados, cielos abiertos y ascensos térmicos, seguidos de bajadas abruptas al entrar aire marítimo más fresco.

¿En qué se traduce todo esto? En una variabilidad térmica muy acusada. Es decir, un riesgo disparado de heladas aisladas en el interior pese a que las jornadas sean suaves y agradables. Esto tendrá impactos fuertes en la agricultura (sobre todo, en las frutas de hueso y los productos de otoño), en la demanda energética (en un momento tan incierto) y la salud (la llegada temprana de las infecciones respiratorias). 

Todo esto salpicado por una serie de borrasca atlánticas que impactarán de forma reiterada en el oeste; mientras el Mediterráneo estará relativamente tranquilo con probables sustos frente a DANAs o ondulaciones de la corriente en chorro.

Entonces, ¿ha llegado el frío para quedarse? A corto plazo, no. Los modelos apuntan a una primera mitad de noviembre suave respecto a la media, con descensos puntuales. El frío estable parece retrasarse hasta la segunda mitad de noviembre.

Imagen | Tomer Burg

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