Dicen algunos medios de comunicación que los jóvenes ya no quieren tener hijos. El problema es que esos medios posiblemente no se hayan preocupado en preguntar su opinión a los jóvenes. Si lo hiciesen, sabrían que el problema no es que no quieran, sino que no pueden. Y es que tener hijos es carísimo. Pañales, cuna, carrito, guardería llegado el caso… No hace falta que venga ningún estudio científico a demostrarlo. Pero lo que sí han hecho unos investigadores de la Universidad de Monash es demostrar que a otros animales también les sale muy cara la reproducción.

Pero como lógicamente nunca veremos a una iguana o un ciervo sacando la Visa o pagando en cash, vamos a hablar del precio de tener hijos en forma de gasto de energía. Esto se ha calculado muchas veces. El problema, según los autores del estudio que se acaba de publicar en Science, es que se han subestimado los costes energéticos indirectos.

En la reproducción hay dos tipos de costes energéticos. Por un lado están los directos, que involucran la generación de esa nueva vida. Los asume principalmente la hembra, pues se trata de la energía que se dirige a cuestiones como la ovulación o, una vez producido el embarazo, el desarrollo del embrión hasta convertirse en una cría lista para nacer. En cuanto a los machos, también asumen ciertos costes directos, como la generación de espermatozoides. Pero luego están los costes indirectos, que involucran la energía que se invierte en cuestiones que se salen de la suma de espermatozoide más óvulo igual a un cigoto que se convierte en embrión. Incluye dar de mamar a las crías o calentarlas cuando tienen frío, entre otros muchos factores.

Esos costes se han considerado despreciables en estudios anteriores, pero esta investigación demuestra que, en realidad, abordan un porcentaje muy amplio del coste total de tener hijos.

Tener hijos es caro para todos

En el pasado, el cálculo energético de la reproducción animal estaba muy subestimado. Sin embargo, en los últimos años sí que ha habido científicos que han hecho un seguimiento mucho más completo de la energía consumida durante la reproducción en mamíferos, reptiles y peces. Los autores del estudio que se acaba de publicar han recopilado los datos de 81 de esas especies y han comprobado que tener hijos es muchísimo más caro energéticamente de lo que se pensaba.

La investigación se ha centrado sobre todo en las hembras, porque a bote pronto parecen las que asumen un mayor coste energético en la reproducción. No solo son las que mantienen al embrión en su interior un tiempo determinado, proporcionándole alimento y protección. También son las que, tras el alumbramiento, se encargan de la lactancia y de cuestiones como la protección, el calor y las enseñanzas. Esto último no lo hacen todas las especies, pero sí que hay algunas que enseñan a sus crías a desenvolverse en el medio antes de dejarlas a su suerte.

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La lactancia es un gasto indirecto. Crédito: Ehteshamul Haque (Unsplash)

Todo eso son gastos indirectos de energía y resultan muy elevados en un montón de especies. De hecho, una de las especies analizadas fue la humana y resultó tener un coste energético indirecto elevadísimo. Concretamente, el 96% de la energía que se consume en el acto de tener hijos se asocia a costes indirectos. Pero la humana no fue la especie con mayores cifras. De las 81 especies analizadas, la que tenía un mayor coste indirecto fue el ciervo de cola blanca, cuyas hembras invierten 470 megajulios indirectamente en la reproducción. Para que nos hagamos una idea, una persona de 100 kilos gasta poco más de 1 megajulio en una carrera de 30 minutos.

Los autores del estudio creen que otros mamíferos, como el elefante o la ballena, deben tener cifras aún mayores, pero su metabolismo es más difícil de rastrear.

¿Qué pasa con las especies que ponen huevos?

Las especies que ponen huevos tienen un gasto de energía directo mayor en comparación con las que no lo hacen. Al fin y al cabo, la formación del huevo no deja de ser un gasto directo. Además, una vez que nacen las crías no les prestan tantas atenciones como los mamíferos.

Aun así, se vio que, de media, los animales de sangre fría invertían un 31% de la energía de tener hijos de forma indirecta. 

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