Una sonrisa falsa puede ser muy fácil de detectar. Hay personas que se ríen con gran desgana cuando lo hacen con la simple intención social de agradar. Sin embargo, hay verdaderos profesionales de la risa impostada a los que cuesta más trabajo pillar en un renuncio. Por eso, la ciencia se ha afanado mucho en estudiar los mecanismos que hay detrás de la risa, con el fin de detectar cuándo es genuina y cuándo no.
Se ha investigado tanto que incluso se ha dado nombre a dos tipos de risa. Por un lado, la sonrisa Duchenne es aquella que muestra una verdadera felicidad. En cambio, la sonrisa no Duchenne es la que podríamos clasificar como una sonrisa falsa, normalmente con fines sociales. El camarero que sonríe a sus clientes, el empleador que sonríe a un posible empleado en una entrevista de trabajo, la persona que se ríe del chiste de un amigo, una pareja o un familiar para que no se sienta mal a pesar de no haberle hecho ninguna gracia… Todo eso sería risa no Duchenne.
La ciencia lleva mucho tiempo investigando ambos tipos de risa, pero en realidad la poesía y la cultura popular ya habían dado la respuesta cuando halagaban la sonrisa natural de una persona señalando que “sonríe con los ojos”. Y es que, efectivamente, una sonrisa puede considerarse real cuando afecta tanto a los músculos de la cara como a los que rodean los ojos. Lo ha explicado recientemente en un artículo para The Conversation la profesora de anatomía de la Universidad de Bristol Michelle Spear. Lo más curioso es que, por mucho que nos empeñemos en reír con los ojos, si no lo sentimos difícilmente podremos hacerlo. Incluso los actores deben recurrir a trucos para lograrlo.
La sonrisa falsa nunca llega a los ojos
En general, la sonrisa se centra en dos partes de la cara. Por un lado, en las comisuras de la boca, que se estiran a través del músculo risorio y se elevan mediante el zigomático mayor. Y, por otro lado, los músculos orbiculares de los ojos se tensan alrededor de nuestras órbitas, dando lugar a esas arruguitas conocidas como patas de gallo.
Muchos años de investigación han demostrado que cuando una sonrisa es falsa no hay ningún movimiento remarcable en los músculos de los ojos. Y esto se debe, en parte, a que el control por parte del cerebro procede de áreas distintas. Es cierto que la información, tanto con una sonrisa falsa como con otra real, viaja a través de los nervios del par craneal VII. Son los encargados de llevar del cerebro a los músculos la información asociada a las expresiones faciales. No obstante, el viaje no parte de las mismas zonas del cerebro.


En el caso de la sonrisa Duchenne, se origina en el sistema límbico, especializado en el control emocional. Por su parte, la sonrisa falsa se origina en la corteza motora. Es un movimiento consciente y muy controlado. Nos reímos porque queremos y, de hecho, lo necesitamos.
Esto, como ya hemos visto, es difícil de imitar. Los actores, a menudo, deben evocar recuerdos alegres para que su sonrisa se vea genuina. No es fácil engañar a nuestro cerebro.
Los niños lo saben
En realidad, lo más habitual es que una sonrisa falsa tenga buenas intenciones. Sin embargo, nuestro cerebro está preparado para reconocerlas, ya que, como animales sociales, es bueno que sepamos interpretar las emociones de quienes nos rodean. Es algo que tenemos desde pequeños. Se ha visto en bebés, pero especialmente en niños a partir de los 4 años. A esa edad ya saben reconocer si una sonrisa es falsa y dan más confianza a quienes se ríen genuinamente.


Eso no quita que, aun sabiendo que posiblemente nos cacen en el intento, todos debamos sonreír sin ganas en algunas ocasiones. No pasa nada por hacerlo de forma puntual. El problema es que, a veces, puede llegar a ser cansado. Si bien la risa natural puede ser muy beneficiosa para nuestra salud, hay estudios que demuestran que las personas que deben mantener una sonrisa falsa por trabajo durante mucho tiempo llegan a estresarse más que quienes no impostan tanto la sonrisa. Ahora bien, ¿es por la sonrisa falsa o por el cansancio del propio trabajo? Posiblemente haya un poco de ambas, pero no podemos olvidar que, si la sonrisa se produce en distintas partes del cerebro, es lógico que sus efectos sobre nuestro ánimo también sean los mismos. Por eso, ojalá que casi siempre que sonrías lo hagas con los ojos.