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A estas alturas de mi existencia, con tres décadas a mis espaldas como ávido consumidor de cine de terror —entre otros géneros, por supuesto—, podría decir sin miedo a equivocarme que estoy curado de espanto. No obstante, cada cierto tiempo, cuando los planetas se alinean, aparece un largometraje lo suficientemente intenso y efectivo como para ser capaz de hacer que me retuerza en la butaca, que me invite a apartar la mirada de la pantalla en alguna que otra ocasión y que se hayan quedado conmigo una vez terminada la proyección para darme la noche.

En la última década, tirando de memoria, sólo han sido dos —o más bien tres— los cineastas que han logrado apretarme las tuercas hasta tal punto. Uno de ellos es Ari Aster, cuya ‘Hereditary’ se metió bajo mi piel hasta límites insospechados, mientras que la pareja restante es la que componen unos hermanos Philippou cuyo más que notable debut en la cinta de horror sobrenatural ‘Háblame’ les confirmó instantáneamente como dos voces a seguir muy de cerca dentro y fuera del nicho.

La ópera prima de los YouTubers en la gran pantalla fue una exhibición del terror más crudo con una capacidad de impacto inusitada, una pericia técnica extraordinaria y, por encima de todo, un poso psicológico tan denso como tremendamente lánguido y amargo; señas de identidad que se han visto replicadas, aún más refinadas, en su segunda película: una ‘Devuélvemela’ en la que Danny y Michael han trascendido la etiqueta de «realizadores» para convertirse en «autores» con todas las letras.

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Sangre, sudor y lágrimas

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De nuevo, los australianos, que han experimentado un proceso de maduración vertiginoso, han construido un relato que se ajusta 100% a los cánones del género apoyándose sobre temas universales como la pérdida, el duelo y la soledad en un cóctel mucho más complejo de lo que podría aparentar a simple vista, y en el que lo físico es igual de importante que lo emocional a la hora de destrozar los nervios al patio de butacas.

Durante sus ajustadísimos 100 minutos,’Devuélvemela’ cocina a fuego muy lento un juego de máscaras, luz de gas, entidades demoníacas y rituales grotescos con una atmósfera  afligida y enrarecida que atrapa con una facilidad pasmosa. Una serie de ingredientes que dibuja el camino hacia uno de los terceros actos más brutales, desagradables y profundamente tristes que se hayan visto en una buena temporada. Pero esto, por supuesto, no significa que el bloque central de la cinta no esté plagado de emociones muy fuertes.

Y es que, una vez más, los Philippou han regado su segundo acto, además de con no pocas incógnitas que resuelven paulatinamente y con no poca habilidad, con algunas escenas tremendamente violentas y repulsivas que pueden mirar cara a cara a los greatest hits de algunos de los títulos con la etiqueta de shock movie más celebrados de los últimos tiempos, incluyendo los mediáticos y ampliamente discutidos ‘Martyrs’ o ‘Al interior’.

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Por supuesto, si este festival de desasosiego y hemoglobina a borbotones funciona es, como suele ocurrir, gracias a unos personajes y unas dinámicas que funcionan a la perfección y que están escudados por unas interpretaciones notables; mención especial para una Sally Hawkins muy alejada del tipo de roles que solemos asociar a su figura, y que equilibra a la perfección las dos caras de su peculiar y torturada antagonista.

Si tomamos todo lo expuesto previamente y lo envolvemos con un tratamiento de cámara, una puesta en escena y, sobre todo, con una dirección de fotografía ejemplar de un Aaron McLisky que vuelve a reivindicarse tras su participación en la mencionada ‘Hablame’ o en la catódica ‘Poker Face’, el resultado es un nuevo puñetazo sobre la mesa de dos cineastas aún emergentes a los que aún les quedan muchas, pero que muchas alegrías —o disgustos, según se mire— que darnos.

Porque ‘Devuélvemela’ es otro referente dentro del terror moderno que te destroza los nervios y el estómago pero que, por encima de todo, te aniquila el corazón en un cierre que demuestra el que el verdadero horror está lejos de demonios y otros monstruos alejados de lo más terrenal y mundano.

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