Incontrolables, la nueva serie de Netflix, parece ser parte de la reciente oleada de dramas adolescentes en las diferentes plataformas. Solo que, al contrario de El verano en que me enamoré y Éramos mentirosos, la producción pronto explora en terror. Eso, especialmente gracias a Toni Collette, en otro de sus papeles tensos y retorcidos. Solo que en esta ocasión, la consejera de un exclusivo campamento con tendencia al sadismo es el equivalente en el mundo real a un monstruo de pesadilla.

Para eso, el thriller de misterio de ocho episodios producido por Mae Martin — que también protagoniza — indaga en el abuso y la violencia desde un ángulo muy poco convencional. Para eso, explora en Alex Dempsey (Martin), un policía de Detroit que se traslada junto a su esposa al ficticio Tall Pines, en Virginia. Laura (Sarah Gadon) espera un hijo y ambos creen que mudarse al campo ofrece un respiro y una nueva etapa. Algo que incluye, integrarse a la curiosa localidad como nuevo agente.

Pero lo que parece un regalo — una amplia casa entregada por Evelyn Wade (Collette), autoridad oficiosa del lugar — pronto revela aristas inquietantes. La conexión entre Laura y Evelyn viene de lejos. Años atrás, la joven Laura fue alumna de la institución dirigida por esta última, una academia destinada a adolescentes con conflictos familiares y de conducta. Sin embargo, de inmediato es evidente que lo que sea que ocurrió años atrás, no es tan inofensivo ni mucho menos fácil de comprender. La trama de Incontrolables hace un buen trabajo en dejar claro que lo que sea que ocurre en Tall Pines es inquietante e incluso peligroso. No obstante, evita revelar sus secretos muy pronto o de manera evidente. 

Un giro tenebroso en ‘Incontrolables’

Durante sus primeros episodios, Incontrolables deja claro que el pueblo esconde algo retorcido. No obstante, el argumento evita clichés o revelaciones sorpresivas, para concentrarse en un creciente clima de paranoia. Por lo que insiste en una progresiva inquietud. En especial, cuando el matrimonio descubre de inmediato que todos los habitantes saben demasiado sobre ellos, incluidos detalles íntimos. Ese aire invasivo y opresivo prepara el terreno para un relato donde nada es tan simple como se presenta al principio.

El tono de misterio se hace más amenazante en cuanto Alex intenta comenzar su trabajo como agente en el nuevo entorno. Algo que le lleva casi de inmediato a la confrontación. Los vecinos le miran con sospecha, hay una tensión creciente a su alrededor y pronto, es obvio que nadie confía demasiado en sus buenas intenciones. Por lo que desde su primer día, descubre que las rutinas policiales allí no se parecen en nada a las que conocía en Detroit. Mucho más, cuando parece evidente que Evelyn tiene un control más que evidente en todo lo que ocurre en la pequeña localidad.

Por supuesto, Incontrolables tiene mucho de la influencia de los conocidos thrillers sobre pueblos chicos que esconden secretos peligrosos. Pero lo que hace a la producción, por completo distinta, es su habilidad para evitar respuestas sencillas. Lo que sea que ocurre en Tall Pines, parece ser una mezcla entre la manipulación incesante de Evelyn y lo que pasa en el interior de la academia que dirige. Peor aún: el hecho que los métodos para prestar supuesta ayuda psiquiátrica a los adolescentes en etapas complicadas, no es tan inocuo como parece. 

Un retorcido misterio que resolver

De modo que Alex comienza a cuestionar la influencia de Evelyn y la estructura de su academia, un terreno delicado porque choca con la historia personal de su esposa. Mientras las cosas en la vida personal del oficial se hacen más complicadas, no tarda en comprobar que el resto de sus compañeros, se hacen la vista gorda sobre situaciones comprometidas. Todas relacionadas, para sorpresa de nadie, en la manera en que Evelyn controla lo que ocurre en su institución. 

Todo se hace más siniestro, cuando Incontrolables comienza a mostrar lo que realmente ocurre puertas adentro del lugar. Eso, gracias a Leila (Alyvia Alyn Lind) y Abbie (Sydney Topliffe), miembros — a la fuerza — de la selecta comunidad. Amigas inseparables en Toronto, terminan en Tall Pines por circunstancias turbias. Su llegada sirve para que el espectador conozca mejor los métodos de la institución. Las chicas no tienen interés en integrarse; desde el primer instante planean huir. 

WAYWARD. (L to R) Mae Martin as Alex Dempsey and Sarah Gadon as Laura Redman in episode 104 of Wayward. Cr. MICHAEL GIBSON/Netflix© 2024

A través de ellas, Incontrolables revela la crudeza del encierro y las dinámicas que Evelyn impone con ayuda de su personal, un entorno que oscila entre el adoctrinamiento y el maltrato. De modo que la trama combina el drama policial con la experiencia adolescente, mostrando dos situaciones en paralelo que pronto se entrecruzan.

Un ‘thriller’ ideal para los amantes del género

Claro está, el plato fuerte del argumento es la misteriosa academia con aire totalitarista que dirige Evelyn. Pero de nuevo, Incontrolables sorprende. En lugar de explorar en los métodos cuestionables y a menudo violentos de la institución, enfoca su interés en los métodos de presión psiquiátrica y adoctrinamiento que se utilizan. Curiosamente apolítica, la trama se esfuerza por mostrar los retorcidos engranajes de la moralidad conservadora o la tensión por el dominio. De modo que, en lugar de buscar sobresaltos o gore, se mueve en un espacio ambiguo: incómodo, inquietante, pero sin apostar por el realismo extremo ni por el espectáculo del horror. 

Esa decisión en el relato, permite que la historia funcione como crítica a una industria de programas correccionales y, al mismo tiempo, como fábula sobre la manipulación. La tensión se sostiene gracias a los pequeños detalles: las reglas, los uniformes, los castigos y las interacciones que van deteriorando el ánimo de los internos. Incontrolables prefiere construir una atmósfera retorcida, por encima de los giros espectaculares. Una elección que puede frustrar a quien busque emociones fuertes, pero que aporta coherencia al conjunto. 

Sin duda, Incontrolables sabe jugar con las expectativas sobre qué puede esconder el tranquilo paisaje de un pueblo idílico. De modo que lo que hace verdaderamente interesante su trama, no está en los golpes de efecto, sino en las preguntas que deja flotando. Más que respuestas contundentes, Incontrolables está más interesada en reflexionar sobre el poder, la identidad y las cicatrices de la adolescencia. Una decisión que brinda a la producción su curiosa personalidad. 


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