En el programa del 28 de septiembre de Cuarto Milenio, la periodista Mamen Sala ha entrevistado a Liz Parrish, una científica muy controvertida por haberse sometido ella misma a un experimento para disminuir su edad biológica. Iker Jiménez se mostró muy sorprendido y atraído por lo que contó la fundadora y CEO de Viva Science, una empresa que promete tener las herramientas para luchar contra el envejecimiento. Casi como un elixir de la eterna juventud.

Para muchos, Liz Parrish fue muy valiente. Para otros tantos, una insensata. Y es que, en 2015, decidió viajar de Estados Unidos a Colombia para someterse a una doble terapia génica gracias a las que, supuestamente, ha disminuido su edad biológica en más de 20 años. Y subiendo.

Si viajó a Colombia no fue por un antojo de arepas, sino porque la FDA, la mayor autoridad en materia de ensayos clínicos de Estados Unidos, le denegó el experimento que quería llevar a cabo. Esto ya nos da pistas de lo poco sensato que fue. Pero, una vez hecho, ¿podemos decir que valió la pena el riesgo?

La lucha contra la ciencia de Liz Parrish

Liz Parrish lleva mucho tiempo intentando luchar contra la burocracia de los ensayos clínicos. Su hijo tiene diabetes tipo 1, una enfermedad para la que no existe una cura. Sí que hay tratamientos, generalmente con insulina. Sin embargo, ella lleva mucho tiempo discutiendo con la FDA para que se aprueben ensayos clínicos en humanos de una terapia génica capaz de curar la diabetes. No lo ha conseguido, y no es para menos, pues aún no se ha presentado ningún posible tratamiento con pruebas en ensayos preclínicos que garanticen la suficiente seguridad para pasar a ensayos clínicos en humanos.

La terapia génica consiste en modificar los genes de un paciente con el fin de que deje de manifestarse una enfermedad concreta. Es, por lo tanto, un procedimiento delicado. Se debe asegurar muy bien la función del gen que se quiere modificar, pues a menudo un mismo gen puede tener distintas funciones. También se debe asegurar que no se ven afectados otros genes.

Si algo se hace mal, podría pasar algo como lo que le ocurrió en 1999 a Jesse Gelsinger, un joven de 18 años que murió cuando participaba como voluntario en el ensayo clínico de una terapia génica para una enfermedad que padecía. Desde entonces se han mejorado mucho las técnicas de terapia génica; pero, aun así, se pulen muchísimo antes de pasar a ensayos clínicos con humanos. Hay muchísima legislación y todo debe hacerse según ella. Por eso, a día de hoy solo hay 25 terapias génicas aprobadas por instituciones como la FDA o su homóloga europea, la EMA. 

No es solo una cuestión de burocracia

Liz Parrish no logró saltarse todos estos pasos con la diabetes de su hijo, pero sí con su terapia contra el envejecimiento. Solicitó a la FDA un experimento en humanos basado en apenas unos pocos resultados positivos en ratones. No lo logró, ya que el hecho de que algo funcione en ratones no garantiza su eficacia y mucho menos su seguridad en humanos. Por eso, decidió convertirse a sí misma en su propio conejillo de indias y viajar a Colombia para llevar a cabo los experimentos.

Investigación con nanorrobots en ratonesInvestigación con nanorrobots en ratones
Es una temeridad someterse a un estudio que solo se ha llevado a cabo en animales.

¿Cómo pretendía revertir el envejecimiento?

Liz Parrish se sometió en Colombia a una doble terapia génica mediada por dos inyecciones. La primera fomenta la acción de la telomerasa, una enzima que se encarga de alargar los telómeros. Concretamente, en su caso quería alargar los telómeros de las células del sistema inmunitario. En cuanto a la segunda sustancia inyectada, se trata de un compuesto que inhibe la miostatina, una proteína que regula negativamente el crecimiento muscular. Veamos cuál es la función de cada una de estas inyecciones en la reversión del envejecimiento.

Por un lado, los telómeros son una especie de capuchones protectores que se encuentran en el extremo de los cromosomas. A medida que una célula se divide, se va perdiendo algo de ADN de los cromosomas. Este ADN pertenece a los telómeros, cuya función no es otra que sacrificarse para proteger el ADN que sí que tiene funciones importantes en la célula. Por lo tanto, la supervivencia de la célula suele durar lo que duran sus telómeros. Cuando estos son demasiado cortos, significa que la célula está muy envejecida. 

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Los telómeros protegen los cromosomas del envejecimiento.

En cuanto a la miostatina, su inhibición promueve el crecimiento y fortalecimiento muscular, muy relacionado con una buena vejez. Los músculos deteriorados y los telómeros cortos son marcadores de envejecimiento, por lo que Liz Parrish quería luchar contra ambos.

¿Lo consiguió?

Según ha explicado Liz Parrish a Iker Jiménez en Cuarto Milenio, su edad biológica ha disminuido mucho desde que se sometió a esta terapia génica. En 2015, cuando recibió las dos primeras inyecciones, tenía 44 años. Sin embargo, sus marcadores de envejecimiento indicaban una edad biológica de 66. Después de someterse al tratamiento, en cambio, bajó rápidamente a 44. Y eso no es todo, ya que en 2020 repitió el procedimiento y desde entonces su edad biológica ha disminuido una media de cinco años por año. Actualmente está por debajo de los 25 años. Rejuvenece como Benjamin Button.

¿Hay pruebas más allá de sus declaraciones a Iker Jiménez en Cuarto Milenio?

Cualquiera puede ir a Cuarto Milenio y contar a Iker Jiménez que tiene una edad cronológica de 25 años. Demostrarlo con pruebas es más complicado.

Si hacemos una búsqueda en la literatura científica del trabajo de Liz Parrish encontramos dos estudios. Uno publicado en 2020 y otro de 2022. El de 2020 es justamente sobre una terapia génica basada en la inserción de un gen codificante de una proteína inmunomoduladora que ayudaría a combatir ciertas enfermedades autoinmunes. El estudio solo buscaba comprobar si el gen se expresaba adecuadamente y se llevó a cabo en ratas. Ni tiene nada que ver con envejecimiento ni se ha probado en humanos.

En cuanto al estudio de 2022, sí que era sobre una terapia génica para revertir el envejecimiento. Sin embargo, la revista en la que lo publicó ha retractado el estudio en 2025 al comprobarse que no se había llevado a cabo adecuadamente.

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Artículo retractado

No hay más pruebas de que los estudios de Liz Parrish sean realmente eficaces en humanos. Sin embargo, ya hay muchas personas que, llevadas por lo mediático de su caso, le han pedido someterse al tratamiento. Con todo el dinero que eso implicará para su empresa, por supuesto.

Esto es muy poco ético y puede llegar a ser bastante peligroso. Por eso, uno de los asesores científicos de la compañía, George M. Martin, renunció a su trabajo tras el viaje de Parrish a Colombia.

La propia María Blasco, investigadora española líder de la investigación sobre telómeros que ha querido utilizar Parrish, se mostró alarmada por el suceso e insistió en que este tipo de técnicas se deben llevar a cabo con cuidado y solo con el permiso pertinente de autoridades como la FDA.

En definitiva, lo que vimos en Cuarto Milenio no tiene ninguna fiabilidad. Puede que Liz Parrish fascinara a Iker Jiménez, pero precisamente por eso estamos hablando de un programa que no tiene nada que ver con la ciencia. Para fascinar a los científicos se necesitan pruebas, y eso no suele quedar igual de bien en televisión. 

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