Es una de las películas de terror más divertidas, sacrílegas y terroríficas del año: ‘Immaculate’ confirma a Sydney Sweeney como la actriz de moda y una todoterreno que lo mismo te vale para un ‘Cualquiera menos tú’ que para cine de terror religioso. Pero hay mucho más tras lo que podría parecer un pastiche de ‘La semilla del diablo’ pero que tiene mucho más donde cortar, tanto en su impecable técnica como en un guion que no se conforma con contentar al espectador medio.

OJO, INFIELES: A partir de aquí hay SPOILERS del final de ‘Immaculate’. Si no quieres que la furia de Nuestro Señor caiga sobre ti, no sigas leyendo si no la has visto. Avisado quedas.

Te rogamos, óyenos

No es que la trama de ‘Immaculate’ sea particularmente compleja, por original que nos resulte: Cecilia es una monja joven que se interna en un monasterio italiano y un día descubre que se ha quedado embarazada, algo harto difícil porque, bueno, es virgen. Poco a poco descubrimos que se trata de un experimento y el embarazo viene de insertarle el ADN de un clavo que en su día martirizó a Jesucristo en la cruz. En su tripa está, pues, el nuevo Salvador de la Humanidad o quizá, quién sabe, Satanás. O quizá ninguno de ambos.

En su clímax final, tras matar a la Madre Superiora con un crucifijo y siendo perseguida por las catacumbas por el Padre Sal Tedeschi (un inesperado Álvaro Morte) después de quemarle la cara, Cecilia acaba por cortarle el cuello con el clavo de la cruz de Jesucristo y, por fin, salir por un pequeño agujero, como metáfora del renacimiento en un -en el fondo- precioso canon que se mira a sí mismo: la muerte del mal y un nacimiento a las que le seguirá, por este orden, un nacimiento y la muerte del mal.

Y es que después de matar al Padre Tedeschi y salir por el agujero, Cecilia, en un plano secuencia impresionante, grita tanto como catarsis y manera de responder ante el trauma como reacción obvia al dar a luz. Después, corta el cordón umbilical a mordiscos mientras escuchamos los extraños gruñidos del ser que ha parido mientras ella coge una piedra y le destroza la cabeza fuera de plano. Dos muertes, dos nacimientos, perfecta simetría del terror. Pero, ¿por qué no sabemos lo que ha parido? ¿Qué lleva al director, Michael Mohan, a ocultárnoslo? Dejemos que él mismo nos lo cuente.

Sin pecado concebida

Originalmente, el guion de ‘Immaculate’ no tenía este giro final y era mucho más convencional, según le contó Mohan a Inverse: «Era un final muy conservador donde daba a luz al bebé y después cortábamos a varios años después, donde está sentada en un parque viendo jugar a su hijo. Cuando dije que necesitábamos matarle, el guionista dijo ‘Oh, claro, por supuesto. Vamos a aplastar a ese bebé». Ojalá tener un trabajo alguna vez donde alguien me diga esa frase, francamente.

Immaculate 1
Immaculate 1

Aclarado ese punto, quedaba otro por dirimir: ¿Enseñar a la criatura y dejar claro al público si se trataba de un bebé normal, del nuevo Satanás o de Jesucristo resucitado o cargárselo fuera de plano y dejar al respetable con la duda? Lo cuenta en Indiewire pero está bastante claro, ¿no?

La meta era no enseñarlo nunca. Lo que imagine la gente va a ser diez veces más terrorífico que lo que les enseñe. Además, con esa criatura o bebé o como lo quieras llamar, las implicaciones alegóricas son mucho más fuertes si no lo ves. Quizá esa criatura representa una idea, y esa idea será personal para cada persona que vea la película.

Este plano final, en plano secuencia (que, por cierto, se quedó en la primera toma), estaba claro en la cabeza de Mohan: «Es mi momento como director del que estoy más orgulloso porque es exactamente como lo imaginé. La manera en que se mueve la cámara, la revelación de lo que pueda ser el bebé, fuera de foco en el fondo mientras coge la roca, es exactamente lo que había soñado».

Dicho sea de paso: si has terminado la película queriendo saber qué clase de bicho había dado a luz Cecilia, no eres el único. De hecho, en el pase de prueba con amigos y familiares, la gente salió diciendo «Bueno, tengo una apreciación, y es que tienes que enseñármelo», algo a lo que, según Bryan Parker, supervisor de sonido, Mohan respondía «Oh, es una apreciación muy interesante. En fin, a otra cosa». A eso se le llama tenerlo claro.

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