Heredero de las glorias soviéticas que pusieron al primer hombre en el espacio, el programa espacial ruso atraviesa hoy sus horas más bajas. Aunque de cara a la galería, la agencia espacial Roscosmos siga anunciando proyectos grandilocuentes, como una estación espacial propia y una base en la Luna, la realidad esconde una industria ahogada en deudas. ¿La solución?

Convertir los cohetes en vallas publicitarias. En medio de esta crisis sistémica, agravada por la pérdida de socios internacionales desde la invasión de Ucrania, el presidente ruso Vladímir Putin acaba de aprobar una modificación de la ley que permitirá, a partir del 1 de enero de 2026, colocar publicidad en los vehículos espaciales, incluidos los cohetes y naves Soyuz.

Tal y como lo cuenta Roscosmos, el objetivo es «crear un mecanismo para atraer inversión privada a la exploración espacial rusa y reducir la carga sobre el presupuesto estatal». Una medida que llega en un momento crítico por la caída de lanzamientos frente a Estados Unidos, que lanza casi todo lo que se pone en órbita gracias a SpaceX, y China, que es un hervidero de proyectos.

El SOS de una vieja gloria. Esta decisión no es una sorpresa. Es la culminación de una crisis que lleva años gestándose y que la guerra no ha hecho más que acelerar. Las sanciones internacionales sacaron a Rusia del mercado global y dinamitaron alianzas clave, como las que mantenía con la Agencia Espacial Europea. Pero el problema principal es interno, y viene de lejos.

En agosto, RSC Energia, el legendario fabricante de las naves Soyuz y Progress, lanzó un mensaje de una honestidad brutal que contrasta con el triunfalismo oficial del Kremlin. Su director general, Igor Maltsev, admitía que la empresa que llevó a Yuri Gagarin al espacio se encuentra en una «situación crítica», ahogada por «deudas multimillonarias» y con proyectos clave incumplidos. Tal y como contábamos en Xataka, Maltsev llegó a afirmar que solo «un milagro» podría salvar a la corporación.

Un viejo truco para problemas nuevos. La idea de poner anuncios en los cohetes no es innovadora: la propia Rusia fue pionera. En el año 2000, un cohete Proton-K que transportaba el módulo Zvezda para la Estación Espacial Internacional lució un enorme logo de Pizza Hut a cambio de un millón de dólares. Aquello fue una anécdota, una curiosidad del marketing en los albores de la comercialización del espacio. Hoy, para Rusia, es una necesidad.

Es cierto que los cohetes suelen llevar logos de clientes y proveedores, o incluso diseños conmemorativos, como el que celebró el 60 aniversario del vuelo de Gagarin. Pero esto es diferente. La nueva ley busca institucionalizar la publicidad comercial como fuente de ingresos regular. De hecho, ya en 2023 Rusia había empezado a estudiar el interés de grandes bancos y aseguradoras.

La pregunta es si funcionará. El mercado de la publicidad espacial nunca ha despegado realmente, y es difícil que Rusia sea hoy por hoy el lugar donde lo haga, sobre todo cuando los anunciantes serán empresas rusas o de países aliados para no violar las sanciones. El dinero que se pueda recaudar, quizá unos pocos millones de dólares, parece una tirita para una hemorragia masiva.

Al final, este plan es la constatación de una dura realidad: la histórica industria espacial rusa lucha por su supervivencia. Rusia ya amenazó con irse de la Estación Espacial Internacional a montar su propia estación espacial y al final tuvo que echarse atrás. La heredera de una potencia que envió las primeras sondas a la Luna, que aterrizó en Venus, que lanzó al primer hombre y la primera mujer, no puede financiar su permanencia en la órbita baja.

Imagen | Roscosmos

En Xataka | El estado de la ISS es tan alarmante que Estados Unidos y Rusia se han sentado a la mesa por primera vez en ocho años

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