La fragmentación del mercado, el incremento de los precios de las suscripciones y una experiencia de usuario cada vez menos amigable son los principales factores que apuntan a un repunte de las descargas no autorizadas. Desde que Netflix empezó a aumentar tarifas y a prohibir las cuentas compartidas, los clientes pusieron sobre la mesa la amenaza de un regreso de las descargas. Ahora, por primera vez en años, las cifras parecen respaldarles.
Bajada temporal. La irrupción de servicios de streaming como Netflix devoró las descargas no autorizadas. Con la promesa de un catálogo amplio y accesible por una tarifa fija, la plataformas redujeron significativamente el consumo de películas y series al margen de los canales convencionales. Sin embargo, la utopía de ese mercado íntegramente legal y supeditado a las compañías se ha desvanecido. Informes recientes muestran un repunte en el acceso a este tipo de contenidos, revirtiendo la tendencia de la década anterior.
Los datos. Según el Observatorio de la Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitales de 2024, la piratería digital en España aumentó un 9% el año pasado, alcanzando una cifra récord de 42.782 millones de euros en valor de contenidos defraudados mediante 7.330 millones de accesos ilegales. Además, el estudio señala que por primera vez se han contabilizado accesos a las plataformas a través de apps, redes sociales y decodificadores, creciendo todavía más la cifra agregada (un 14% adicional respecto al año anterior).
¿Por qué? Como apuntábamos, este repunte se debe a una serie de circunstancias que han cambiado el panorama del streaming:
El streaming ya no es conveniente. Aunque quizás el motivo principal del desencanto del público con el streaming es que la oferta es cada vez más dispersa: para acceder a todo el contenido relevante, el usuario debe suscribirse a múltiples servicios. La estrategia de exclusividad que utilizan los estudios para atraer y retener suscriptores ha roto esa conveniencia ideal de acceso al contenido de forma legal gracias al streaming. Para ver una serie con varias temporadas, el usuario puede necesitar suscribirse a diferentes plataformas o esperar meses a que cambie de servicio. Esta dinámica choca frontalmente con la inmediatez que los consumidores le suponen al contenido digital.
Todo ello se empeora con la guerra de las licencias: cada estudio quiere sus propios títulos en su plataforma de forma exclusiva, y aboca a la necesidad de suscribirse a plataformas muy concretas para acceder a franquicias tan seguidas como Marvel, Star Wars o Stranger Things, por ejemplo.
Servicio técnicamente más deficiente. Además del precio y la fragmentación, el servicio que ofrecen algunas plataformas también ha empeorado, lo que erosiona aún más la lealtad de los usuarios. Muchos servicios han reducido el bitrate en sus transmisiones para ahorrar costes, llevando a una peor calidad de imagen. Esta pérdida de calidad es a menudo un detonante para que los usuarios busquen una versión ilegal que ofrezca una mejor experiencia visual, lo que no tiene ningún sentido teórico: una copia obtenida por medios no autorizados de una película a menudo se ve y escucha mucho mejor que la disponible en streaming.
Las descargas no autorizadas han evolucionado. Pero es que además, a las descargas tradicionales por torrent se suma ahora el consumo en sitios web de streaming construidos al margen de las plataformas no oficiales, servicios de IPTV no autorizados y la distribución de contenido a través de redes sociales como Telegram y WhatsApp. El 96% del consumo de películas y series en 2023 se realizaron a través de streaming no autorizado: ya no hay que descargar nada, con lo que los riesgos disminuyen. Es un panorama muy tentador.
Ya lo decía Gabe. Concretamente en 2011, Gabe Newell decía que «la piratería no es un problema de precios, es un problema de servicio«. Ante un mercado legal que resulta costoso, fragmentado e inconveniente, los usuarios ven en las descargas no autorizadas una especie de «servicio» alternativo que ofrece todo el contenido con mejor calidad y de forma gratuita. Se puede decir que es un problema que la propia industria ha creado en parte.