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¿Puede caminar un bloque de piedra del tamaño de un bus escolar? ¿Puede pasearse una roca que pesa toneladas y mide varios metros de largo? La respuesta más lógica es (evidentemente) no, pero las cosas cambian si de lo que hablamos es de los moáis de la Isla de Pascua, las inconfundibles tallas esculpidas y repartidas por la isla polinesia hace varios siglos por el antiguo pueblo de Rapa Nui

Más allá de su significado, características o diseño los arqueólogos siempre se han preguntado cómo diablos se las apañaron los nativos para desplazar esas moles de varias toneladas desde las canteras hasta los ahu, las plataformas ceremoniales en las que se alzaban. La respuesta era justo esa: no más ni menos que ‘caminando’.

Un misterio antiguo. Pocas esculturas hay en el mundo tan icónicas, inconfundibles y fascinantes como los moáis de la isla de Pascua, las enormes cabezas de roca que parecen brotar de la tierra en la lejana ínsula oceánica. Desde que Jacob Roggeveen y su gente llegaron allí, en 1722, el mundo se pregunta para qué servían, qué representan y desde luego cómo se las apañaron sus creadores, el pueblo de Rapa Nui, para desplazarlas desde las canteras hasta sus destinos.

Figure 8 Moai Walking Experiment 2012
Figure 8 Moai Walking Experiment 2012

¿Por qué es tan sorprendente? Porque las estatuas, talladas sobre todo en toba volcánica del Rano Raraku, miden varios metros de largo y pesan toneladas. De hecho se dice que de media rondan los 4,5 metros y 10 t, aunque hay ejemplares mayores. Teniendo en cuenta eso y que debían desplazarse desde los lugares en los que se elaboraban hasta sus plataformas, ¿cómo hacían los isleños para moverlas?

No es una pregunta menor si recordamos que en la isla hay cientos y cientos de estatuas, algunas tienen el torso enterrado y se fabricaron principalmente entre los siglos XIII y XVI. Tanta curiosidad ha despertado su desplazamiento que a lo largo de las últimas décadas ha inspirado diversas teorías, como la que sostiene que las figuras se recostaban en una especie de trineos de madera con cuerdas. Ahora un grupo de investigadores cree haber zanjado el debate de una vez por todas. Y su respuesta tiene poco que ver con remolques, cargas horizontales y troncos.

Esculturas ‘andantes’. Las antiguas leyendas de Rapa Nui aseguraban que los moáis llegaron «caminando» a sus plataformas ceremoniales, los ahu. Y aunque esa posibilidad siempre ha sonado a pura fábula parece que no iba tan desencaminada. Gracias a un estudio que combina física, modelado 3D y experimentos de campo, un equipo liderado por expertos de las universidades de Binghamton y Arizona ha confirmado que «las estatuas realmente caminaban». Y lo más interesante es que ese proceso tenía muy poco de misterioso. Era simple física e ingeniería.

Solo hacían falta cuerdas, gente, senderos y un diseño especial.

«Tras estudiar cerca de mil moái, el profesor Carl Lipo y Terry Hunt descubrieron que los habitantes de Rapa Nui probablemente utilizaban cuerdas y ‘caminaban’ con las gigantescas estatuas en zigzag por caminos cuidadosamente diseñados”, aclara un comunicado lanzado por la Universidad de Binghamton.

Figure 1 Moaiwalking
Figure 1 Moaiwalking

¿Es algo nuevo? Más o menos. La teoría en sí no es nueva. En los 80 un ingeniero checo (Pavel Pavel) ya planteó que los moáis se desplazaron erguidos gracias a un sistema que los impulsaba desde dos puntos. El propio Carl Lipo y sus colegas argumentaron hace años que las estatuas «caminaban» con movimientos verticales y oscilantes, contraviniendo la hipótesis de que la gente de Rapa Nui los transportaban boca abajo con ayuda de troncos. Para demostrarlo incluso hicieron una demostración práctica que atrajo el interés de National Geographic.

A pesar de esos esfuerzos seguía voces críticas que cuestionaban la teoría. Y eso es lo que han querido zanjar ahora Lipo y Hunt desplegando todo su arsenal.

De la teoría… A los hechos, que es lo que han hecho los investigadores. Para demostrar la validez de su teoría y comprender mejor el movimiento de las tallas, Lipo y sus compañeros recurrieron a modelos 3D de alta resolución y estudiaron a fondo la forma de los moáis, tanto los que siguen erguidos como la decenas que se quedaron en el camino cuando sus creadores intentaban sacarlos de la cantera. No solo eso. El equipo también incorporó a su argumentario las pruebas prácticas.

¿Pruebas prácticas? Sí. Los investigadores construyeron un moái de 4,35 toneladas y se dedicaron a moverlo con ayuda cuerdas. El resultado es fascinante y la propia Universidad de Binghamton se ha ocupado de divulgarlo en YouTube. 

El equipo necesitó apenas 18 personas para desplazar el moái 100 metros en 40 minutos. «Una vez que se pone en movimiento no es difícil. La gente tira con solo un brazo. Se ahorra energía y se mueve muy rápido», comenta el profesor Carl Lipo. «Lo complicado es lograr que se balancee en primer lugar». 

Esa experiencia, sumado a los modelos 3D y el resto de análisis, demuestra, en opinión de los arqueólogos, que sus teorías «realmente funcionan». Y para callar vocas lo han plasmado en un paper publicado en Journal of Archeological Science con un titular tan revelador como provocador: «La hipótesis del moái andante».

¿Han descubierto algo más? Sí. Los investigadores identificaron ciertas «características distintivas» en el diseño de los moáis que, a priori, hacían más factible que avanzaran con un movimiento oscilante y en zigzag con ayuda de las cuerdas. ¿Qué características? Los arqueólogos citan dos en concreto: «bases anchas en forma de ‘D’ y cierta inclinación hacia adelante» (entre 5 y 15º). 

Para ser más precisos, los expertos apreciaron bases anchas y redondeadas, sobre todo en los moáis que se quedaron a medio camino, lo que sugiere que los isleños las usaban para desplazarlos (el diseño servía para bajar el centro de gravedad). Luego, una vez las figuras alcanzaban su destino, las tallaban para asentarlas.

Otra de las pistas que han encontrado está en los propios caminos utilizados por los isleños de Rapa Nui. Su anchura (4,5 metros) y la sección transversal cóncava invita a los expertos a pensar que las carreteras eran «ideales» para estabilizar las estatuas. “Cada vez que mueven una parece que están construyendo un camino», reflexiona Lipo. «De hecho vemos que se superponen entre sí y que hay muchas versiones en paralelo. Probablemente lo que hacían era despejar un camino, moverla, despejar otro, despejarlo más y moverla siguiendo una secuencia».

Reivindicando a un pueblo. Para Lipo y sus compañeros sus conclusiones son interesantes por varias razones. Para empezar porque están convencidos de que es la mejor teoría para explicar el desplazamiento de los moáis. De hecho desafían a los detractores y defensores de otras hipótesis a probar que se equivocan. «Todo lo que hemos visto y pensado hasta ahora refuerza el argumento», insisten. La segunda razón es que, en su opinión, el estudio reivindica a los isleños.

“Demuestra que el pueblo de Rapa Nui era increíblemente inteligente».

Imágenes | Hal Cooks (Unsplash) y Binghamton University-Carl Lipo

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