Imagina que despiertas de un coma. Tu último recuerdo era estar levantándote de tu cama para ir a la escuela. Miras a tu alrededor y ves a toda tu familia llorando de alegría. Luego te ves en el espejo y te devuelve la mirada, una persona totalmente diferente. No reconoces tu reflejo, ya que es imposible que ese adulto seas tu. Así no es como funciona el tiempo.

Poco a poco vas entrando en consciencia de qué es lo que está pasando. Como si se tratara de una película, has perdido más de una década de tu vida en un segundo. No puedes evitar maldecir tu suerte. ¿Qué pudiste haber hecho para merecer perderte la mitad de tu vida? Pues como dijo Cormac McCarthy: «Nunca sabes de qué suerte peor te ha salvado tu mala suerte».

Ahora imagina haber pasado los mismos 12 años en coma, pero habiendo estado consciente y por eso recordar cada segundo. Eso fue exactamente lo que vivió Martin Pistorius. Se encontraba consciente, pero encerrado dentro de su propio cuerpo. Mientras que todo el mundo pensaba que su cerebro había dejado de funcionar casi por completo, Martin Pistorius veía, escuchaba y sentía todo lo que pasaba a su alrededor. Su experiencia es una de las más fascinantes de toda la historia.

Martin Pistorius en un centro de cuidado.

Comienza la pesadilla

Martin Pistorius era un brillante niño sudafricano de doce años. Le fascinaba la tecnología, por lo que construyó su propio sistema de alarma para evitar que sus dos hermanos menores entraran a su cuarto a tocar sus legos. También construyó un botón de reinicio para la computadora de sus padres. Era tan hábil en lo que respecta a la ingeniería eléctrica que su madre lo dejaba reparar los enchufes de la pared.

Un día llegó con dolor de garganta de la escuela. No parecía nada grave, pero un montón de extraños síntomas se iban acumulando. Primero perdió el apetito por completo y se pasaba todo el día durmiendo. Caminar le comenzó a resultar cada vez más doloroso y así su cuerpo comenzó a dejar de funcionar. Lo peor de todo es que los doctores no sabían qué estaba causando tanto malestar. Suponían que se trababa de una Meningitis criptocócica, pero tendría que ser la versión más violenta de ese padecimiento que se haya visto.

El deterioro de Martin Pistorius se profundizó, por lo que tenía que ser llevado diariamente a un centro de cuidado especializado. Fue perdiendo la memoria. Ya no podía reconocer los rostros de sus propios familiares. Tampoco podía comer por sí mismo. Había pasado un año siendo examinado y no había hecho más que empeorar. Las últimas palabras que logró decir fueron «cuando casa». Eventualmente, los doctores le informaron a los padres del chico que su hijo ya no estaba ahí dentro. Su cuerpo seguía con vida, pero su cerebro había sufrido tanto daño que Martin había quedado en estado vegetal, inconsciente de sus alrededores.

Ver fuente

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *