El camino se parte en dos, y con urgencia habrá necesidad de elegir uno: por aquí espera Argentina, por el otro aguarda Colombia.

Entonces, hacemos un paralelismo con aquella situación en los tiempos de César Farías y los partidos ante Ecuador y los argentinos. El técnico nacional lo planificó: llevó a Quito un equipo mixto, con jugadores de planta y algunos con menos kilometraje. Cayó en el estadio ecuatoriano, un resultado totalmente previsible, y enfrentó a la albiceleste con pura convicción. La historia le dio la razón: gol de Fernando Amorebieta, y el rival, se llamara como se llamara, Lionel Messi, Javier Mascherano, Angel Di María, Nicolás Otamendi, debió morder el polvo de las playas de Puerto La Cruz ante aquella derrota inesperada.

Pasados los años, y si es verdad que el tiempo da vueltas, hay un nuevo y parecido escenario que pregunta: ¿ir contra Argentina con un equipo de circunstancias y esperar a los colombianos con los papeles en regla, o jugarse la vida ante uno y otro adversario? Esta ha de ser la disyuntiva de las disyuntivas, el “sumsum del sumsum”, porque es mucho lo que se juega, la vida entera si fuera posible. Aunque siempre hay espacio para el asombro, es previsible que habrá derrota en Buenos Aires, pero también, y dado el enfrentamiento ancestral entre Venezuela y Colombia, que en Maturín se puede dar la clasificación nacional a la repesca. Todo esto habrá que verlo con un ojo, pues el otro va a estar pendiente de Bolivia y alerta ante lo imprevisible. Esta gente, los bolivianos, son un tanto gitanos en el fútbol: cuando menos se espera de ellos son capaces de dar el zarpazo y dejar a todos mirando hacia el infinito…

Serán, como decían en una época, “tiempo de trueno y fuego”, porque no habrá fecha por esperar. Todo será seguir un partido el cuatro de septiembre, tener la máxima atención en el de Bolivia, y esperar el prodigio de una clasificación antes del día nueve del noveno mes; una emoción encima de la otra. En Argentina no conciben una derrota ante Venezuela, pero en Colombia, sí. En Bogotá saben lo empecinada que es la selección de estos lados cuando choca con la colombiana, porque “son cuñas del mismo palo”, como se mienta llano adentro. No sabemos por qué, y tampoco sabemos si habrá alguien que pueda explicarlo, pero con todos sus jugadores de brillante estela, con su Luis Díaz de goleador en el Bayern Munich, les resulta una misión casi imposible conseguir los puntos que les den alivio para llegar al Mundial. Tal vez antiguos espíritus aun vaguen en sus mentes, sus Carlos “Pibe” Valderrama y sus Faustino Asprilla y sus Freddy Rincón, y sus Leonel Álvarez y sus René Higuita, para no dejarles llegar al baile feliz y a la gran fiesta. Aún no han clasificado, y duros tropiezos ante bolivianos y venezolanos sería su “mala hora”, como la novela de Gabriel García Márquez.

Un llanto por los ausentes

Por mucho que se preparen, por todo aquel empeño que pongan para las grandes batallas, siempre habrá “huecos negros” en las selecciones. Para enfrentar a Argentina, la Vinotinto ha de extrañar y con dolor la ausencia de José Martínez, recién operado en una rodilla, Yangel Herrera, lesionado, y por igual la de Telasco Segovia, gran valor del equipo nacional, con tarjetas amarillas acumuladas. Pero no será los únicos que llorarán; los argentinos lamentarán la no presencia de Enzo Fernández, suspendido por dos partidos. Al echarle una mirada a Bolivia, el “enemigo público número uno” de Venezuela, podrá disponer, al menos por ahora y que se sepa, con todos su plantel para el choque en Barranquilla. De los impedidos en el equipo colombiano hablaremos en otro envío, pues de su capítulo ante los bolivianos podrán salir nuevas noticias. Esperaremos.

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