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Corea del Norte es un país único. Tan único como hermético y, por tanto, fascinante. Saber cómo es un día común y corriente en Pyongyang, la capital, es tremendamente complicado. Por un lado, tenemos el discurso oficial de prosperidad y normalidad. Por otro, los relatos de la gente que ha estado dentro de sus fronteras. Pero a veces hay accidentes y se filtra información, como la de la caza sistemática de cualquier animal que pese más de 500 gramos para poder subsistir un día más.
Y el problema es tan bestia que ya hay quien apunta a un fuerte riesgo de “defaunación” de Corea del Norte.
En corto. Joshua Elves-Powell es un investigador que, hace unas semanas, presentó un estudio en el que se analizaba el comercio de la fauna silvestre de Corea del Norte. Evidentemente, obtener información de primera mano en el país se antojaba complicado, pero Powell tenía un as en la manga: los testimonios de 42 desertores norcoreanos. Durante 2021 y 2022, los participantes hablaron tanto en Corea del Sur como en Reino Unido y su testimonio fue demoledor: Corea del Norte lleva décadas cazando animales para comerciar con ellos… y para comérselos.
En un estudio serio, esas fuentes deberían tener nombre y apellido, pero por las condiciones singulares de este estudio, hay que quedarse conque la investigación fue revisada por el Comité de Ética de Investigación de UCL. La muestra fue amplia: todos tenían más de 18 años y habían abandonado el país entre 1950 y el 2020.
Mercado negro. Algo de contexto. En los 90, la economía de Corea del Norte colapsó. En un periodo de hambruna, la gente hace lo que haga falta para sobrevivir, y la crisis humanitaria transformó la relación del país con su fauna. Según los testimonios, cazadores profesionales, pero también soldados, habituales del mercado negro y consumidores de fauna silvestre, se pusieron a cazar animales como tigres y otras especies.
El objetivo no era sólo comérselos (que también), sino venderlos. Uno de los participantes comentó que había estado involucrado en el comercio ilegal de huesos de tigre del Zoológico de Pyongyang en 2020 y que había podido obtener huesos por parte de cazadores profesionales entre 2014 y 2020.
Lo cazado no sólo se vende en el mercado negro local, sino también en países como Chona o Rusia. Esto, evidentemente, viola las obligaciones internacionales de conservación y está apoyado por la incautación de productos de vez en cuando, como el cargamento de más de 100 botellas de vino de hueso de tigre en la frontera entre los dos países.
Objetivos. ¿Qué cazan? La investigación expone que prácticamente todos los mamíferos nativos de más de 500 gramos son un objetivo viable. Aparte de tigres siberianos (de los que se menciona que parte de su caza es para obtener comida) y leopardos de Amur (comida también), que se encuentran en un momento tremendamente sensible por su escasez, las presas son las siguientes:
- Ciervos: por su carne y piezas como las astas.
- Jabalíes: por su carne.
- Osos asiáticos negros: conseguir carne, bilis, patas y piel.
- Tejones asiáticos: para crear el aceite medicinal.
- Puercoespines: por sus púas.
- Nutrias: para pieles y comercio.
- Zorro rojo: piel.
- Lobo gris: piel.
- Mapache: por su carne y para traficar.
Defaunación. Esa caza no se suele hacer mediante armas de fuego, sino con una extensiva red de trampas que añaden un problema a la lista: al ser una captura indiscriminada, caen especies que no son objetivo, como el gato de bengala (Prionailurus bengalensis). Esta caza masiva está provocando lo que han calificado como un proceso de “defaunación” que implica que en los bosques norcoreanos se esté dando un escenario en el que ya no hay fauna.
Es algo que afecta tanto a Corea del Norte como a las zonas colindantes de China, Rusia y Corea del Sur.


El leparto de Amur
¿Y el Estado? En el ajo, según estos informantes. El problema es que estamos hablando de un mercado para, sobre todo, crear productos enfocados a la medicina tradicional. Por ejemplo, las astas de ciervo son el ingrediente esencial para producir ungüentos con propiedades curativas y el aceite de tejón asiático se usa para tratar afecciones cutáneas.
De hecho, hay cazadores autorizados por el Estado que deben presentar piezas en forma de tributo y se asegura que el propio país cría ciertos animales (como osos por su bilis) para conseguir recursos que se exportan a mercados vecinos. Lo hacen en instalaciones que operan bajo una fachada de legalidad, pero supuestamente alimentando el mercado negro.
Que alguien haga algo. El estudio de Powell presentó la información y esos desertores permitieron conocer esa faceta de Corea del Norte. Pero claro, hacer algo es complejo. Organizaciones animalistas consideran que el país es un “agujero negro” para la recuperación de la fauna porque no hay esfuerzos de protección de la biodiversidad. Denuncian que es un mercado que vulnera los esfuerzos para recuperar especies en peligro de extinción y, además, es un riesgo para la salud pública.
Llaman a la presión internacional, utilizando esos testimonios de los refugiados como prueba, y aluden específicamente a China, pidiendo que endurezca la monitorización de las importaciones ilegales. Por último, se hace un llamamiento para que Corea del Norte se una a la CITES, el tratado que regula el comercio internacional de especies en peligro de extinción. Y esto, lamentablemente, suena bastante complicado.
Imágenes | Uwe Brodrecht, Ltshears