Recién llegada como una película que reformula los códigos del terror desde la sencillez y el riesgo ‘Good Boy‘ es el debut del director norteamericano Ben Leong, que convierte un recurso insólito -contar una historia de casa encantada desde la mirada de un perro- en una experiencia cinematográfica hipnótica.
Filmada durante más de tres años y protagonizada por Hindi, el perro del propio cineasta, la película no se sostiene en efectos digitales ni en trucos fáciles: su fuerza está en la puesta en escena. Leong baja literalmente la cámara al suelo, a la altura del animal, para mostrar un mundo distorsionado, inquietante y, al mismo tiempo, profundamente emocional.
Experimento canino
En la nueva entrega de ‘La crítica de Alex‘, nuestro compañero Alejandro G. Calvo muestra su entusiasmo por ‘Good Boy’, una película que le ha sorprendido desde el primer momento al verla en el Festival de Sitges. Aunque pensaba que se trataba de «un slasher contado desde el punto de vista del perro», luego descubrió «una historia de terror mucho más inteligente y emocional de lo que aparenta». Para Calvo, lo que diferencia a la obra de Ben Leong es precisamente su mirada técnica y conceptual, ese gesto tan simple -bajar la cámara a la altura de los ojos de un perro- que genera una nueva forma de narrar el miedo.
«El concepto de que todo esté contado desde el punto de vista del perro me parece potentísimo», asegura Calvo, destacando el enorme riesgo de mantener ese enfoque durante 80 minutos. En su análisis, subraya que Leong «ha logrado algo que podría haber quedado en un experimento de corto, pero que funciona como un largometraje lleno de tensión, emoción y hasta ternura».
Uno de los aspectos que más le fascinó fue el uso del fuera de campo, una herramienta que, según él funciona y ayuda a mantener el misterio. «Como la cámara está baja, a la altura de un perro, cuando aparece alguien solo ves las rodillas, no sabes si es un ser humano o un demonio», explica. Ese punto de vista limitado se convierte en la mayor fortaleza de la película, creando un tipo de terror sugerido que juega con la imaginación del espectador.
Pero Calvo no se queda solo en la puesta en escena: también elogia la capacidad de Leong para dotar al animal de una expresividad cinematográfica real. «Los primeros planos del perro transmiten un montón de emociones», dice, recordando el famoso efecto Kuleshov. «Con la yuxtaposición de imágenes, el cineasta consigue que Hindi te transmita miedo o tristeza aunque esté tranquilo. Es puro cine». Para Calvo, ese manejo del montaje es lo que transforma a ‘Good Boy’ en una pieza tan especial: un ejercicio de empatía visual y emocional que redefine el cine de terror contemporáneo.
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