Notice: La función wp_get_loading_optimization_attributes ha sido llamada de forma incorrecta. Una imagen no debería ser diferida y marcada como alta prioridad al mismo tiempo. Por favor, ve depuración en WordPress para más información. (Este mensaje fue añadido en la versión 6.3.0). in /home/enfoquenoticioso/public_html/wp-includes/functions.php on line 6121

Durante décadas, el Rust Belt fue el mapa del fracaso industrial estadounidense: fábricas abandonadas, ciudades desangradas por el desempleo y generaciones enteras que vieron oxidarse el sueño americano junto a las cadenas de montaje. En esos paisajes grises, donde el silencio sustituyó al estruendo del metal, nadie esperaba una segunda vida. Y, sin embargo, algo inesperado está ocurriendo entre los viejos hangares y naves vacías: un nuevo ruido ha vuelto a llenar el aire, pero esta vez no viene de los motores.

Viene de los ecos de Europa, y de la guerra que se libra en Ucrania.

El renacer industrial. Lo contaba el fin de semana el New York Times. En el corazón del antiguo imperio automovilístico estadounidense, donde las fábricas cerradas y los carteles de “se alquila” se habían convertido en parte del paisaje, una nueva industria está devolviendo la vida a los pueblos fabriles del Medio Oeste y el Noreste. 

Allí donde antes se ensamblaban motores y carrocerías, hoy se construyen drones, sistemas autónomos y armas inteligentes. Compañías como Swarm Defense Technologies, que ocupa una antigua planta en Auburn Hills (Míchigan), producen miles de drones al mes para el Ejército y otras agencias, reactivando un entorno industrial que parecía condenado a la decadencia. Lo que fuera el símbolo del declive manufacturero se ha transformado en un laboratorio del futuro militar.

El nuevo mapa industrial. La expansión no se limita a un caso aislado. Startups como Anduril, respaldada por inteligencia artificial, están invirtiendo miles de millones en fábricas de drones y armas autónomas en Ohio, Rhode Island y Misisipi, mientras Regent construye planeadores marítimos eléctricos para los Marines en la costa de Nueva Inglaterra y UXV Technologies, de origen danés, instala una planta en Pensilvania. 

Todas han encontrado en los viejos núcleos industriales un terreno fértil: mano de obra calificada, suelo barato y gobiernos estatales dispuestos a ofrecer incentivos a cambio de empleo. La política y la industria se entrelazan: para la Casa Blanca, impulsar la defensa “made in USA” es tanto una cuestión de seguridad nacional como de estrategia electoral.

Img 0865 Jpeg
Img 0865 Jpeg

Fábrica de Swarm Defense Technologies en Mich

El cálculo político. El presidente Trump ha convertido esta reindustrialización militar en una bandera política, imponiendo aranceles, restringiendo compras al extranjero y proclamando el fin de la dependencia de tecnologías chinas. Los estados del Rust Belt, antaño bastiones de la clase obrera desplazada son ahora escenarios de un renacimiento impulsado por la defensa. 

Políticos como el senador de Ohio Jon Husted, hijo de un trabajador de General Motors, celebran la llegada de estas fábricas como una reparación histórica: después de décadas de cierres, vuelven los empleos y la esperanza. Inversores como Christian Garrett, de 137 Ventures, reconocen que producir en estas regiones no solo es rentable, sino estratégico: “el cliente final es el Pentágono”, y cada puesto creado consolida un vínculo político entre la industria y el Estado.

La fábrica del futuro. Con todo, este renacer no supone un regreso al pasado industrial. Las nuevas plantas no emplearán a cientos de miles de obreros, sino a técnicos especializados y programadores de sistemas autónomos. Anduril, por ejemplo, construye en Ohio una instalación modular de cientos de miles de metros cuadrados, capaz de adaptar su producción a distintas plataformas bélicas y que empleará a unas cuatro mil personas

La automatización y la inteligencia artificial redefinen la noción de fábrica: menos músculo y más código, menos ensamblaje y más calibración. Pero el efecto simbólico y económico es enorme: ciudades como Warren, North Kingstown o Auburn Hills vuelven a figurar en los mapas de la innovación, sustituyendo el acero y el petróleo por silicio y sensores.

Entre la tradición y la vanguardia. Los nuevos fabricantes están redescubriendo el valor de los oficios heredados. Regent eligió Rhode Island por su legado naval y su comunidad de constructores de barcos, Swarm, por el saber técnico transmitido entre generaciones de obreros automotrices, y Atomic Industries, en Míchigan, por una red de soldadores y montadores que aún conserva la destreza mecánica que el siglo XXI parecía haber desplazado. 

Esta combinación de experiencia artesanal y tecnología de punta encarna un nuevo tipo de patriotismo industrial, en el que la defensa se convierte en motor económico y la reconstrucción de las fábricas, en un símbolo de soberanía tecnológica.

El espíritu manufacturero. El resurgir de los pueblos fabriles no es solo una historia de drones y contratos militares, sino una metamorfosis cultural. Para los trabajadores que vuelven a entrar a una planta que sus padres ayudaron a levantar, ensamblar un dron es una forma de reconciliación con la historia. La misma infraestructura que un día sostuvo a Detroit o Flint se adapta ahora a los desafíos de una nueva era: la defensa nacional, la automatización y la independencia industrial. 

Lo que fue el ocaso del motor americano se está convirtiendo en el amanecer de su músculo tecnológico, uno que une la nostalgia de las cadenas de montaje con la promesa de un futuro controlado por algoritmos y propulsores eléctricos.

Imagen | Swarm Defense Technologies

En Xataka | Rusia ha montado la mayor fábrica de drones del mundo utilizando un secreto bien guardado: adolescentes 

En Xataka | La paradoja de la enorme industria de drones de Ucrania: una ventaja contra Rusia, un problema para sus pilotos 

Ver fuente

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *