Xi Jinping (习近平) es el líder mundial más importante y, a la vez, el más misterioso de la actualidad. Mientras, Joe Biden tiene que luchar constantemente, convenciendo a suficientes congresistas para avanzar su agenda. El presidente de China ha pasado años concentrando en sus manos todo el poder de la segunda economía más grande del mundo. Durante la votación para escoger al nuevo secretario general del Partido Comunista en el 2013, los miembros del Congreso Nacional del Pueblo recibieron una papeleta con un solo nombre, Xi Jinping. Obedientemente, cada uno depositó su “voto” en su respectiva caja.

Desde entonces sus esfuerzos han dado frutos. Durante 35 años, la constitución china solo permitía al secretario general del Partido Comunista servir dos periodos consecutivos de cinco años cada uno. Hasta que en el 2018 Xi logró que el Congreso de tres mil miembros reformara el documento, acabando con el límite. Esto le permitiría ser reelegido en el 2023, con 2952 votos a favor y 0 en contra. Como van las cosas, tranquilamente podría ser líder de China hasta el día de su muerte.

Nadie hubiera podido imaginar que esto era posible. Después de la muerte de Mao, el nuevo líder de China, Deng Xiaoping, junto con el resto de la élite política, decidieron diseñar un sistema en el que las diferentes facciones compartirían el poder. La prioridad era evitar que otro tirano concentrara todo el poder en sí mismo, ya que eso había hecho posible las peores calamidades en la historia de la nación.

La historia del origen de Xi Jinping parece sacada de la saga de Star Wars, como si se tratara de la transformación de Anakin Skywalker. Pasó de ser desterrado cuando apenas era un adolescente, como castigo por los crímenes de su padre. Forzado a trabajar día y noche y a vivir en una cueva. Después de la muerte del tirano, su padre fue rehabilitado y tomó su lugar de vuelta en la élite política, siendo uno de los responsables por blindar al partido de posibles líderes dictatoriales. Él no hubiera podido imaginar que su propio hijo se convertiría en el líder del Partido Comunista, solo para desmantelar todos los mecanismos limitantes, reclamando el poder supremo para sí mismo.

Una juventud de pesadilla

Técnicamente, la vida de Xi Jinping tenía que haber sido sencilla. Su padre era un miembro importante del Partido Comunista, lo que le garantizaba una existencia privilegiada. Pero había nacido en el momento incorrecto. Cuando apenas tenía nueve años, en 1962, su progenitor perdería su posición, junto con su prestigio. Como si eso no fuera suficiente, en 1966 comenzaría la monstruosa Revolución Cultural. Durante el brutal movimiento social, la escuela de Xi fue cerrada y convertida en un museo, exponiendo los privilegios de clase de los estudiantes.

Según un amigo de la familia, la madre de Xi Jinping participó en una sesión pública de autocrítica en contra de su propio hijo, luego de que este había sido encarcelado por criticar la Revolución Cultural. Una vez, luego de que Xi huyera de la nueva escuela política, buscando refugio en casa de su madre, esta no solo se negó a alimentarlo, sino que lo reportó a las autoridades. El acoso llegó a tal nivel que provocaría el suicidio de su hermana mayor.

Más tarde, Xi se convertiría en uno de los 17 millones de adolescentes que serían enviados al campo para ser reeducados. La idea detrás de la forzada migración masiva era que los jóvenes rebeldes, malcriados por sus privilegios urbanos, aprendieran a convivir con los campesinos, que representaban a los trabajadores ejemplares de la sociedad comunista. Como la mayoría de los “brillantes” proyectos de Mao, aquello resultaría una tortura para todos los involucrados.

En el campo había mucho trabajo y poca comida. Los citadinos perdían la paciencia tratando de realizar las tareas más sencillas. Ninguno estaba preparado para la intensidad física de las labores rurales. Durante casi diez años, estos millones de jóvenes experimentarían un infierno. Los campesinos recordaban cómo Xi había rodado colina abajo, luego de intentar cargar con los enormes baldes que estos acostumbraban usar.

Tampoco tenían donde vivir. Por lo que a cada grupo le tocaba residir en viviendas improvisadas. A Xi le consiguieron espacio dentro de una cueva. Años más tarde, Xi diría que: “Con esta clase de experiencia, cualquier dificultad que podría encontrar en el futuro, estoy totalmente cargado con el coraje para enfrentar cualquier desafío, para creer en lo imposible y conquistar obstáculos sin pánico”. El tiempo lo haría acostumbrarse al trabajo constante. Xi leía libros mientras hacía de pastor y se quedaba trabajando hasta tarde, ayudando a los nativos a reforzar el margen del río para evitar la erosión. Recibiría el premio de Juventud Modelo, que venía con un triciclo motorizado.

La casa-cueva en la que vivió Xi Jinping durante su estadía en la provincia de Liangjiahe, mostrada durante un tour gubernamental en el 2021.

Aunque había un factor que aligeraba la experiencia para Xi. Como era el caso de muchos otros jóvenes enviados al campo, se fueron acompañados de un sentimiento de alivio. Porque la situación era tan crítica y violenta en la capital, reflexionaría más tarde el líder chino, que probablemente no hubiera sobrevivido de haberse quedado.

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