Llega a los cines A Working Man, la nueva película de Jason Statham. El actor se ha convertido a sí mismo desde hace más de dos décadas casi en un subgénero del cine de acción contemporáneo. Heredero de nombres como Bruce Willis o Sylvester Stallone, el británico ha protagonizado innumerables filmes del estilo. Cada año sorprende con nuevas dosis de sangre, sudor y adrenalina. Y con su nuevo proyecto aspira a volver a ganarse a los espectadores más aficionados a las cintas de alto voltaje.
A Working Man sigue la historia de Levon Cade, un hombre que ha dejado atrás su pasado como soldado para ser «honrado» y trabajar en la construcción. Quiere vivir una vida sencilla y ser un buen padre para su hija. Pero cuando Jenny, la hija adolescente de su jefe, desaparece, se ve obligado a volver a emplear sus habilidades extraordinarias para rescatarla. Una misión que le pondrá frente a frente con los mafiosos más peligrosos del país.


A Working Man
Jason Statham y el director David Ayer vuelven a las andadas un año después de Beekeeper. En esta ocasión, reutilizan muchas de las ideas y clichés de aquella para ofrecer una historia de intriga y tensión con dosis enormes de violencia. A Working Man no cuenta con nada particularmente imaginativo y, de hecho, se hace larga, repetitiva y, por momentos, aburrida. Pero el festín de disparos, sangre y explosiones que guarda en su final compensará todo lo anterior a los fans del cine de acción.
La misma película de siempre
Es difícil que A Working Man pueda pillar con la guardia baja a nadie. Pero, por si acaso, vamos a dejarlo claro desde el primer momento. Es, otra vez, un thriller de acción sucia y embrutecida con Jason Statham como héroe protagonista. Es decir, exactamente lo mismo que lleva haciendo el actor a lo largo de toda su carrera. Y no lo digo como algo negativo ni mucho menos. A estas alturas, ha logrado hacerse un nombre propio totalmente reconocible para espectadores de todo el mundo gracias a estas películas.
Por eso mismo, quien vaya a ver A Working Man debe saber que no se va a encontrar nada distinto. Esta vez no tenemos tanto una historia de venganza sino de rescate. Pero el camino que debe recorrer el protagonista va a quedar lleno de sangre y pólvora de todas formas. En este sentido, es de agradecer que la cinta no pretenda ser nada más. Ya desde las primeras escenas se deja muy claro el buen corazón de Levon, pero también lo letal que puede llegar a ser si le enfadan.
David Ayer, como en Beekeeper, no se ha molestado lo más mínimo en recubrir su película de adornos o capas extra que puedan despistar al público. A A Working Man se ha venido a ver peleas y tiroteos. Así que todas y cada una de las escenas nos van a llevar en esa única dirección, sin desvíos innecesarios. Por eso mismo, sería muy injusto valorarla bajo otras normas que no sean las de este tipo de cine.


Guion y dirección poco inspirados
Eso sí, a pesar de que A Working Man no tiene ningún problema en encontrar su tono y asentarse en él, no es oro todo lo que reluce. Este tipo de historias pueden contarse de muchos tipos. Desde los guiones más elegantes y trabajados (como John Wick) hasta los más chapuceros y de serie B. Sin llegar a ser un desastre, hay que reconocer que la cinta que nos ocupa se acerca mucho más al segundo tipo que al primero.
Había ingredientes de sobra para hacer algo interesante. Mafiosos rusos, trata de personas, un veterano de guerra traumatizado, bandas de narcotraficantes… Y sin embargo, el menjunje que resulta está plagado de inconsistencias y momentos bochornosos si se le da una mínima vuelta. A esto hay que sumar que la película se hace larga de más. Si no hay motivos justificados, proyectos así quedan mucho más resultones y atractivos con duraciones cortitas, de hora y media aproximadamente. A Working Man dura dos horas y por momentos se hace un poco insufrible.


La trama es repetitiva, previsible y evidente. Y la dirección no ayuda nada. Ayer ha querido hacer un trabajo tan simplón que algunos recursos son tan exagerados y extravagantes que parecen de estudiante de cine flipado, no de un cineasta ya asentado en Hollywood. Aunque quizá lo más doloroso es lo poco imaginativo que ha estado en las escenas de acción. Ya que bajas al barro a dejar un rastro de violencia de proporciones épicas, al menos deberías ofrecer algún plano largo con coreografías imposibles de esas que quitan el aliento. O alguna muerte de las que levantan carcajadas por lo bestia y explícita que resulta. Pero todo es muy estándar.
Por último, hay que señalar que A Working Man podría titularse de cualquier otra forma y daría exactamente igual. En los primeros copases se hace un intento de alegato de las clases trabajadoras y la unión obrera. Pero nunca se profundiza más allá. Hay un par de detalles en Levon que, dado el lugar del que viene, ayudan a empatizar más con el personaje (trabaja en la construcción pero no es un ladrón que quiera robarles el dinero a los rusos). Pero eso es todo. Si hubiera sido bombero, limpiador de calles o profesor de instituto, habría funcionado igual.


Jason Statham sabe dar guantazos
Como digo, a pesar de todo, A Working Man tiene un tercer acto que es de chuparse los dedos si te gusta el cine de acción. Es el fin de fiesta que, tras la irregular primera hora y media, compensa todos los males de la película. Un frenesí que, aunque no deje ninguna secuencia para la historia, cumple y entretiene con elevadas dosis de adrenalina. Los personajes empuñan todo tipo de armas, desde cuchillos y martillos hasta lanzagranadas, pasando por casi todo lo que hay entre medias.
También hay motos, un salón de juegos, una casa en llamas, una mazmorra para cometer delitos sexuales, persecuciones por el bosque… ¿Qué más se le podría pedir a un festival de acción desenfrenada? Que tenga a Jason Statham, claro. El actor es puro carisma y te sostiene él solo este tipo de proyectos. Da igual que el montaje de las peleas sea bastante cutre o que sepas lo que va a pasar. Solo por verle lanzar puñetazos, partir brazos y piernas, disparar sin ton ni son y sonreír desafiante a la muerte… Todo lo demás ya merece la pena. Es uno de los mejores actores de acción de la actualidad, a la altura de nombres como Keanu Reeves, Tom Cruise, Liam Neeson, Denzel Washington o Matt Damon. Y con muchísima diferencia.


En definitiva, A Working Man no es la mejor película de acción del «género Jason Statham«, quedándose lejos de joyitas como Transporter, Crank, Los Mercenarios o, por dar un estupendo ejemplo reciente, Despierta la Furia. Se hace larga, tiene momentos cutrones y deja una sensación muy irregular en todo momento. Pero su final es de lo más entretenido, con media hora de golpes sin parar. Un desenlace que deja buen sabor de boca. Ojalá el actor no pare nunca de hacer estas películas.