Todos hemos optado alguna vez por abrir cápsulas o partir pastillas para consumirlas más fácilmente. Incluso hay personas que se ven incapaces de tragar una pastilla, por lo que las machacan y las mezclan con la bebida. Podría parecer que el único problema de esta decisión es que el resultado sabe a rayos. Sin embargo, la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) acaba de emitir un comunicado para dar a conocer a la población los riesgos de estas prácticas.
Y es que, en realidad, no es algo nuevo. Hace tiempo que se sabe que no se debe alterar el formato en el que se encuentran los medicamentos, salvo que se exprese debidamente que es posible. El problema es que puede que no se haya hecho suficiente hincapié en dar a conocer estos problemas a los pacientes.
En su comunicado, la AEMPS da algunos consejos muy concisos sobre cómo proceder en estos casos. Pero antes de conocerlos, empecemos por el principio: ¿por qué es tan malo partir pastillas o abrir cápsulas?
Los peligros de abrir cápsulas y machacar o partir pastillas
No todos los fármacos se absorben del mismo modo en nuestro organismo. Algunos están diseñados para poder tragarse o absorberse bajo la lengua, según la gravedad de la situación. Otros llevan recubrimientos que se deshacen en el estómago o directamente en el intestino. El objetivo es que se liberen sus principios activos justamente donde son necesarios. También hay fármacos cuyos recubrimientos garantizan que se liberen poco a poco. Un caso muy conocido, aunque se trata de un suplemento, es el de la melatonina retardada, que se libera poco a poco durante la noche para evitar el insomnio. En todos estos casos, los recubrimientos son importantes. A veces, se usan las típicas cápsulas que parecen de plástico, aunque en realidad están hechas a base de gelatina. En otros casos nos encontramos con las pastillas, que suelen tener recubrimientos menos visibles, pero igualmente presentes.


Si abrimos una cápsula de gelatina, sacamos el polvito de su interior y los mezclamos con agua estaremos eliminado el papel de la cápsula. Puede que esta se hubiese diseñado para disolverse solamente en el intestino, por lo que el fármaco se liberaría antes de tiempo, sin llevar a cabo adecuadamente su función o incluso provocando abrasión en la boca o el esófago. Otras veces, se elimina la posibilidad de que el medicamento se libere poco a poco.
En el caso de los comprimidos, al partir las pastillas estamos dejando al descubierto parte de su interior. Se retira una parte de la cobertura, de modo que se pueden producir los mismos inconvenientes. Y ocurre lo mismo, o peor aún, cuando se machacan las pastillas.
Además, otro riesgo del que no se suele hablar es el de la persona que manipula el fármaco, ya que puede exponerse a él a través de la piel o las mucosas y sufrir irritaciones u otros efectos indeseados.
Si a todo esto le sumamos que el sabor no suele ser demasiado agradable para liberarse directamente en la boca, todo son desventajas.
¿Qué hacemos entonces?
Es cierto que a veces no se pueden consumir las pastillas o cápsulas directamente. Puede que el paciente sea o un niño o un anciano o que tenga problemas de deglución. También hay personas que, aun sin tener ningún problema de deglución, se sienten incapaces de tragar las pastillas, a menudo simplemente por sugestión psicológica. O directamente puede que necesitemos una dosis más baja que la que nos ofrece la pastilla completa.
Aquí, la primera recomendación de la AEMPS es intentar consumir los fármacos en otras formas farmacéuticas. Por ejemplo, hay antidepresivos que se pueden consumir en gotas. Dado que en la desescalada de retirada del fármaco a menudo se reduce la dosis muy poco a poco, es imposible partir las pastillas en tantos pedazos, pero se puede ir reduciendo el número de gotas.
También es importante comprobar el prospecto para saber si se puede manipular el fármaco en cuestión. A veces se ve a simple vista. Por ejemplo, se suelen poder partir las pastillas que tienen una especie de franjita en su centro. Si no la tienen, habría que consultarlo en el prospecto, ya que es muy probable que no sea posible.


Si no pone nada en el prospecto y aún así tenemos dudas, siempre podemos preguntar a nuestro médico o farmacéutico. Estos nos dirán si podemos tomar otra forma farmacéutica del mismo fármaco o si se puede manipular el medicamento, además de darnos ideas para ajustar la dosis de una forma segura. Al final, casi siempre hay una opción. Lo importante es que no actuemos por nuestra cuenta.