La carrera de la IA ha puesto en jaque las infraestructuras eléctricas de medio mundo. Los centros de datos necesitan cada vez más megavatios, y los necesitan ya. Pero la industria energética no juega al mismo ritmo, lo que explica que haya empresas instalando motores de avión junto a estas enormes granjas de tarjetas gráficas.
Dos opciones, dos problemas. Cuando una empresa construye un nuevo centro de datos para IA, tiene dos opciones. La primera es conectarse a la red eléctrica, pero según IEEE Spectrum, los permisos para realizar la interconexión pueden llegar a los ocho o incluso diez años en algunas regiones. La IA, sin embargo, avanza en cuestión de meses, y no puede esperar una década.
De ahí que muchas empresas, como xAI de Elon Musk, opten por la opción 2: construir una central eléctrica propia en el sitio. Esto tampoco está exento de problemas. La demanda global de turbinas de gas se ha disparado, y no solo por la IA, sino por el crecimiento económico en Asia y Oriente Medio.
Fabricantes como GE Vernova o Siemens Energy tienen listas de espera de tres a cinco años, y para modelos más grandes, el plazo se alarga. Como señala un informe de Public Power, un nuevo proyecto de planta de gas encargado hoy podría empezar a operar en 2032.
Motores a de avión como centrales eléctricas. Este cuello de botella ha provocado, por un lado, que los fabricantes de turbinas se froten las manos, y por otro, que las empresas agudicen el ingenio. Y aquí es donde entra en juego la ingeniería aeronáutica y la reutilización de turbinas de avión.
El concepto de usar motores de avión para generar electricidad no es nuevo. Se conocen como turbinas aeroderivadas: son más pequeñas, ligeras y fáciles de mantener que las turbinas industriales pesadas. Lo que sí es nuevo es la escala y la urgencia con la que se está aplicando esta solución.
De un Boeing 747 al centro de datos. Una empresa estadounidense llamada ProEnergy se ha convertido en protagonista de la tendencia con un plan simple: comprar núcleos de motores a reacción usados, concretamente el modelo CF6-80C2 de los icónicos Boeing 747, y adaptarlos. Estos motores, tras décadas de servicio en el aire, son desmontados, revisados pieza por pieza y reconstruidos para una segunda vida en tierra firme.
El resultado es la unidad PE6000, una turbina de gas que, según detalla la popia compañía, es capaz de generar 48 megavatios (MW) de electricidad. Una sola de estas unidades puede alimentar un centro de datos de tamaño pequeño o mediano, o una ciudad de hasta 40.000 hogares.
Una solución puente. La realidad es que estos motores de avión reconvertidos no son la solución definitiva, sino lo que en la industria puente para los primeros años de operación de sus centros de datos. «Ambos proyectos están diseñados para proporcionar energía puente durante cinco a siete años, que es cuando esperan tener la interconexión a la red», dice el CEO de ProEnergy.
Pero el negocio va bien. La compañía ya ha vendido 21 de estas turbinas para dos proyectos, sumando más de 1 gigavatio (GW) de capacidad gracias a su rapidez de entrega. Las empresas pueden comprar a ProEnergy una turbina para 2027 o esperar una década para construir una planta convencional. Todos ganan. Salvo el medio ambiente. Es gas lo que acaba quemando para poder tener estos centros de datos operativos en tiempo récord.
Imagen | ProEnergy
