Para un equipo grande en el fútbol nacional como el Caracas, acostumbrado a contar con los mejores talentos de la Liga y sumar títulos al por mayor, resultaba imperdonable quedar fuera de la lucha por otro campeonato, mientras en la acera rival el Deportivo Táchira sacaba pecho, exhibiendo sus mejores gales con un equipo futé, primoroso, que llena los ojos de los aficionados en Pueblo Nuevo mediante la sincronía que establece Maurice Cova, un todocampista de gran inteligencia y comprensión del juego que reparte las cartas y siempre tiene un as en sus botines de seda para sentenciar.

Caracas confió en Fernando Aristeguieta, uno de sus máximos referentes de los tiempos recientes y con un conocimiento profundo de la realidad económica por la que atraviesa la institución, la labor titánica de restaurar el equilibrio deportivo y devolver a los rojos a su antigua posición de dominio.

Sin la antigua chequera de Guillermo Valentiner para fichar estrellas, sumando a la plantilla futbolistas que estaban en horas bajas y echando mando de los chamos surgidos en la cantera, Aristeguieta ha realizado un trabajo de orfebrería para rearmar el equipo y moldearlo pacientemente en la cancha hasta conseguir un rendimiento confiable y efectivo, que alcanzó su punto más alto el pasado sábado en soberbio triunfo 3-2 ante Táchira en el templo del fútbol sancristobalense.

El Caracas de Aristeguieta es una obra de autor, donde se pueden distinguir fácilmente sus señas de identidad. La primera es la confianza que ha depositado el otrora delantero para en el joven Frankarlos Benítez a quien convirtió en un guardameta de estos tiempos, tan seguro bajo los tres palos para tapar los bombazos a su cueva, como hábil con el balón en los pies a la hora de dar salida al equipo, y abandonar su hábitat para anticipar o cortar juego como un líbero imperturbable.

La defensa del rojo se erige, además, sobre las anchas espaldas de Luis Mago, quien llegó al equipo en busca de un segundo aire y se ha vuelto uno de los centrales más seguros de la Liga. Firme para desarmar a los delanteros de manera limpia, Mago gana por alto y por bajo gracias a su ubicuidad. Rápido en los cruces, impecable en las barridas, el zaguero contribuye a iniciar la transición con su bien pie para organizar el ataque desde el fondo.

Pero el mayor logro de Aristeguieta en su laboriosa construcción de artesano ha sido transformar a José “Tucaní” Chávez en un falso nueve impredecible, que desestabiliza mediante su energía inagotable para mostrarse siempre. En fase defensiva, es el primero en presionar alto para forzar el error y facilitar la recuperación de la pelota; a la hora de atacar se transforma en la pieza más determinante.

Tucaní sintetiza las mejores virtudes del delantero moderno. Tiene sacrificio y solidaridad para convertirse en la primera piedra de la defensa del Caracas. Su velocidad para conducir en carrera facilita los avances profundos como el contragolpe fulminante ante Táchira que derivó en el tanto de penal del parsimonioso Jariel De Santis. Maneja el difícil arte de encontrar pequeños espacios en el área para meter sus remates en movimiento; y es dueño de una pegada letal en las jugadas de balón detenido. El merideño se consagró en Pueblo Nuevo en cada uno de los tres goles del triunfo de los avileños. El taconazo para gestar el tanto decisivo que convirtió Rivillo fue otra muestra gratis de sus muchos artilugios.

Si esta nueva versión del Caracas, con Tucaní como general en jefe del ataque de Aristeguieta, puede repetir en cada función de las semifinales la puesta en escena que exhibió con aplomo, inteligencia y carácter en Pueblo Nuevo, es factible ver luchar al rojo por estampar la estrella número 13 en su camiseta.

La FVF tiene cuesta arriba traer a otro DT extranjero por falta de credibilidad

La firma de un nuevo entrenador extranjero para la selección nacional esta vez parece tener todos los factores en contra, luego del doble descalabro que significó el breve y desafortunado paso de José Pékerman, que consiguió una jugosa jubilación tras demandar a la FVF, y el fracaso de Fernando Batista por su incapacidad para conducir a la Vinotinto hasta el repechaje, en el proceso de eliminatoria más favorable de la historia.

Por un lado hay en el país un sentimiento generalizado de que en el ciclo de Batista se incurrió en una gran estafa del sentimiento de la gente, con una campaña ilusoria basada el “Mano tengo fe” como lema y en el verbo vacío de contenido del DT argentino que, como advertimos en esta columna, quedó desnudo tras su improvisación para enfrentar a Bolivia en El Alto. La FVF perdió credibilidad. Jorge Giménez ya no puede tocar fácilmente la puerta del gobierno nacional para solicitar millonarios recursos con el sueño de la clasificación al Mundial, y sin ese patrocinio es cuesta arriba que un DT extranjero se siente en el banquillo.

Es hora de rescatar a los buenos jugadores del país y prepararlos para la Vinotinto

Sea quien fuere el nuevo entrenador de la Vinotinto no puede quedarse solo con los jugadores que están en el extranjero. Hay que trabajar también con los futbolistas que compiten e la Liga Futve y suman méritos para integrar a la selección nacional. El fenomenal arquero de la UCV, Miguel Silva; el extremo de La Guaira, Keiber Lamadrid; el todocampista del Carabobo, Gustavo González; el extremo de Portuguesa, Airtor López; el delantero del Caracas, “Tucaní” Hernández o el goleador de Academia Puerto Cabello, Edwin Pernía; son apenas algunos nombres de jugadores que vienen brillando en el torneo nacional y que pueden ser aprovechados por el próximo DT.

El nuevo entrenador debe ganarse el salario con trabajo. Recorrer cada estadio, sentarse a intercambiar ideas con los entrenadores y amar una base de datos de rendimiento deportivo de cada jugador del país, y organizar módulos de trabajo con posibles seleccionados para la Vinotinto. El boom Vinotinto de Richard Páez se produjo con jugadores del fútbol local. Hay que rescatar lo bueno que tenemos aquí y sumarlos a los que brillan afuera.

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