Representantes de ocho empresas occidentales de capital riesgo han viajado a China y se han dado cuenta de una cosa: Occidente no puede competir en nueva energía. Esta frase podría ser un titular ‘clickbaitero’, pero es la experiencia que los representantes de varias empresas contaron hace unas semanas a Bloomberg. Y lo cierto es que tampoco es nada nuevo.

China lleva un tiempo consolidando un dominio extraordinario en múltiples sectores de energía limpia. Es algo sustentado por una supremacía industrial y unos costes significativamente más bajos que los que tienen sus competidores occidentales, que se ha reflejado de forma evidente en sectores como el de las baterías de los coches eléctricos o en sectores como el de la energía solar o la eólica.

En el artículo de Bloomberg, algunos de los componentes de esa peculiar ‘road trip’ occidental por China se pregunta cómo pueden competir (o sobrevivir) los competidores europeos y norteamericanos en sectores como el de las baterías y los componentes de fuentes de energía renovable.

¿El motivo? Las cifras no dejan lugar a dudas: China domina las baterías, los aerogeneradores, los paneles solares, los vehículos eléctricos y algo aún más importante: la cadena de producción y los materiales críticos.

Dominio de la nueva energía

Hace no tanto, China tenía un problema mastodóntico dentro de sus fronteras: una contaminación que perjudicaba seriamente la salud de su población. Adoptando diferentes medidas, han conseguido reducirla significativamente, logrando objetivos de descarbonización antes de las fechas marcadas. Y gran parte de la ‘culpa’ es la adopción de los vehículos eléctricos y fuentes de energía que emiten menos CO₂ a la atmósfera.

No es raro ver cada poco tiempo noticias sobre los avances de algunos de los macroproyectos energéticos de China, como son la ‘gran muralla solar’, aerogeneradores enormes o la construcción de la nueva presa más grande del mundo que, además, será una gigantesca planta hidroeléctrica.

Es tal la apuesta por las renovables que China ha conseguido que el mundo dependa de su tecnología, con una Europa y Estados Unidos que no pueden competir en precio de paneles solares y con una competencia tan feroz entre sus empresas que han tenido incluso que firmar pactos para no seguir vendiendo a pérdidas.

Ya que estamos con la solar, se estima que China alcanzó los 887 GW de capacidad solar en 2024, instalando sólo en ese año unos 270 GW. Esto supone el 55% de todas las nuevas instalaciones solares en el mundo durante el año pasado, pero no sólo están dominando este segmento. Los porcentajes no dejan lugar a dudas:

  • China controla entre el 80% y el 85% de la capacidad mundial de fabricación de paneles solares y más del 95% de las obleas solares.
  • En aerogeneradores, cuentan con un 60-70% de dominio de la producción global y nueve de los quince mayores fabricantes mundiales son chinos.
  • En cuanto a vehículos eléctricos, cuentan con el dominio del 70% de la producción mundial. En 2024 fabricaron 12 millones de los 17 millones de EV del mundo, y de su producción, 11 se vendieron en el mercado interno.
  • Relacionado con los tres puntos anteriores, tenemos la fabricación de baterías. Se estima que controlan entre el 75% y el 80% de la producción de baterías de ion-litio y éstas se usan para almacenar nueva energía, pero también para los vehículos eléctricos e híbridos.

La única tecnología en la que las cosas están más parejas entre China y Occidente es el hidrógeno. Se estima que China domina el 53% de su producción, mientras que Europa (30%) y Estados Unidos (12%) sumarían un 42%.

Dominio de la cadena de producción (y un modelo no replicable en Occidente)

Ese dominio en la producción es evidente, pero más allá de los datos en los diferentes sectores, hay otra clave que explica el poderío de las empresas Chinas. El país controla la producción de las tierras raras, casi de manera monopolística. El mundo depende de los minerales y metales procesados a raíz de las tierras raras, ya que son críticos en todos los sectores tecnológicos, pero particularmente en las baterías y elementos como imanes que se utilizan para crear los aerogeneradores.

Sin ir más lejos, el país procesa el 80% del litio mundial y producen el 90% de los ánodos y electrolitos presentes en las baterías. Durante años, Occidente ha delegado esa producción a China debido a lo contaminantes que resultan, pero ahora las empresas occidentales se han dado de bruces con una realidad en la que China tiene la sartén por el mango. Estados Unidos se ha dado cuenta de ello: si ellos aplicaban aranceles, China limitaba las exportaciones de metales de tierras raras.

Hablando de Estados Unidos, el exvicepresidente Al Gore afirma que la supremacía de China en la transición energética obligará a muchas naciones a establecer lazos más estrechos con el país, calificando, de paso, el volantazo energético de Estados Unidos hacia los combustibles fósiles como “una tragedia”.

Y a ese control de la cadena de producción se le suma el llamado “modelo 996”. Este sistema surgió en la industria tecnológica china, particularmente en empresas como Huawei o Alibaba, y básicamente implica: trabajo de 9 a 9 seis días a la semana. 

Considerado como una forma de esclavitud moderna, las empresas lo justificaban y defendían como el método de equipararse a las tecnológicas occidentales en tiempo récord, pero el coste en salud mental (y hasta suicidios) era tan enorme que el Ministerio de Recursos Humanos de China lo declaró ilegal en 2021.

Las empresas están obligadas a cumplir con la ley, pero se ha denunciado que sigue habiendo empresas tecnológicas que continúan con estas prácticas, y sumado a todo lo anterior, es algo con lo que Occidente no puede competir. A menos que seas una empresa de SIlicon Valley.

Imagen | Google Maps, BYD

En Xataka | Mientras medio mundo debate y hace promesas sobre la energía nuclear, solo un país las está cumpliendo: China

Ver fuente

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *