Los partidos se encienden, las pasiones arden al fuego vivo del fútbol, y cada enfrentamiento es una batalla de trascendencia. Mientras, los monstruos despiertan y rugen.
Algunos piden respeto por sus credenciales y las ratifican, otros esperan su mejor jornada, hay quien decepciona porque se espera de él lo mejor de su fútbol.
Es la Copa América, desde siempre el encuentro de amistades y confrontaciones, de abrazos y rivalidades. Y alejados de resultados, de subidas a la montañas más alta del fútbol y mientras vivimos el calor de cada lance, surge una pregunta: ´¿por qué el torneo que abarca a todo el continente no puede ser clasificatorio al Mundial? ¿Por qué no se establece un sistema de puntos que permita a los mejores ir al campeonato universal, sin necesidad de entrar en una extenuante ronda eliminatoria?
Todas estas preguntas son válidas por igual para la Eurocopa de Naciones, y como al final de la jornada el fútbol es uno solo, pues la respuesta es la misma: los intereses mercantiles en cada lugar del planeta que llevan a los organismos de control a montar separadas sus competencias: una es la Copa América y el Premundial, otra es la Euro y sus fases de clasificación.
Montar el torneo de América deja beneficios para el país organizador y para la Conmebol, pero que no llegan de pleno al común de las selecciones. En tanto que las rondas de clasificación en un Premundial, que alcanzan en el tiempo más de dos años, a veces hasta tres, llenan de satisfacción y dinero a todas las asociaciones.
Hablemos de Suramérica. Hasta hace algunos años los diez países se dividían en grupos, con partidos de ida y vuelta. Se llenaban los estadios con asistencias consecuentes y delirantes, pero las entradas económicas eran reducidas. De súbito, a la Confederación Suramericana se le ocurrió experimentar: ¿y por qué no todos contra todos? Y desde entonces, desde hace ya cuatro o cinco mundiales, todos juegan, todos ganan, como vociferan los “croupiers” de los casinos de Las Vegas.
Así ha quedado establecido para beneficio de grandes y medianos y así va a perdurar, porque han conseguido la punta por donde se abre el cuerno de la abundancia. Y entre tantas fuentes de plata, por los pasillos y esquinas de la Conmebol se cocina otra idea: la de un torneo americano de clubes campeones. En realidad no es un planteamiento nuevo porque otras veces se ha hablo del tema, que no se ha hecho realidad por la negativa de la Concacaf, que tiene sus campeonato aparte. Pero ahora, y ante el éxito de la Copa América, el asunto arde entre las llamas verdes de billetes de a cien.
Y mientras en Estados Unidos dieciséis seleccionados bregan por un lugar en la final del catorce de julio, los miembros más elevados del fútbol de América del Sur dan rienda suelta a algo para sorprender. El fútbol de la región, al parecer, no tiene fin.
Estadios llenos… no tanto
El correr del torneo nos ha brindado hermosos espectáculos; uno de ellos ha sido el ver a la afición delirando por sus selecciones.
Más allá de nacionalidades de los países en juego, el público estadounidense también se ha visto involucrado en los fervores y las emociones que el fútbol depara.
En algunos partidos la afición ha rebosado la capacidad de los estadios, mas no siempre ha sido así.
En el partido de la Vinotinto ante Ecuador se vieron algunos claros en el graderío, y especialmente en el Perú-Canadá jugado, en un escenario más más pequeño pero que ni así la gente pudo llenarlo.
Quizá sea porque que la Copa América no despierta el mismo interés que el Mundial, un campeonato que ya tiene garantizado, en Estados Unidos, México y Canadá, la conquista de todos los espacios posibles. Lo que se juega en uno y otro es la gran diferencia.